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Indiana Jones y el dial del destino. Dir. James Mangold

Habiendo librado asombrosas aventuras y múltiples amenazas en busca de artefactos históricos, Indiana Jones regresa, cuarenta y dos años después de su primera aparición, con un Harrison Ford octogenario, para enfrentar una de sus más difíciles batallas, contra un público dividido, que, por un lado, lo encuentra obsoleto y por otro, lo quisiera congelado en la época de su juventud.

Habiendo librado asombrosas aventuras y múltiples amenazas en busca de artefactos históricos, Indiana Jones regresa, cuarenta y dos años después de su primera aparición, con un Harrison Ford octogenario, para enfrentar una de sus más difíciles batallas, contra un público dividido, que, por un lado, lo encuentra obsoleto y por otro, lo quisiera congelado en la época de su juventud.

Con un vertiginoso prólogo en 1944, que hace las veces de introducción perfecta para todo aquel que jamás ha visto al titular arqueólogo en acción, James Mangold resume en veinte minutos la esencia de Indy, su destreza, sagacidad, temeridad y su gran odio por los nazis. Después de una impresionante batalla en moto, automóvil, y tren (con un excelente homenaje a Buster Keaton que incluye un cañón), Indiana y su amigo Basil Shaw (Toby Jones) recuperan de manos de los nazis un antiguo mecanismo griego, creado por Arquímedes, la Anticitera, que predecía posiciones astrológicas y algo más impresionante.

En 1969 un cansado y septuagenario Indiana Jones, despierta en su apartamento de Nueva York, con el estruendo de Magical Mystery Tour de los Beatles, proveniente de un departamento vecino (anticipando el extraño viaje que se avecina). Después de desayunar café con whisky, el profesor Jones imparte una clase a universitarios aburridos y desinteresados.

La única que reacciona a la catedra es Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge), ahijada de Jones, quien se reúne con él para proponerle recuperar la Anticitera. Jurgen Voller (Mads Mikelsen), el nazi que tuvo en sus manos el dial en 1944, ahora es un físico (basado en Wernher von Braun) que trabaja para la NASA y quiere utilizarlo para sus planes de reivindicación del tercer Reich. Helena intenta vender el mecanismo al mejor postor. Indiana sólo quiere recuperarlo para mantenerlo fuera de peligro.

Así inicia una imparable persecución para obtener las dos piezas requeridas para hacer funcionar el dial.

La divertida trama, repleta de espectaculares secuencias de acción, sólo es un pretexto para presentar lo que en realidad es la película más profunda de la serie, tocando temas como el paso del tiempo, la vejez, y la pérdida. La implacable dirección de Mangold es perfecta en su invisibilidad, siempre en función de la narrativa y nunca llamando la atención a si mismo, imita la mano de Spielberg en su carencia de estilo y lo supera en el resultado final.

La dinámica entre Indiana y Helena es el corazón de la cinta, su ahijada es un reflejo de él mismo en su juventud, cínica, arrogante, temeraria y en busca de fama y fortuna. Phoebe Waller-Bridge es perfecta en el papel. Esta imagen de espejo genera conflicto entre ellos y una competencia característica de las relaciones intergeneracionales. Indiana quiere demostrar que aún es capaz de todo lo que hacía antes, Helena, que lo puede superar.

El resultado es el encuentro entre una hija, en busca de la figura paterna que había perdido, y necesitaba, y un padre afligido, sumergido en el sentimiento de obsolescencia. Dos partes que necesitan embonar para poder funcionar, como las dos piezas del dial.

Indy se siente como una reliquia, fuera de lugar en un mundo que lo ha pasado de largo, sus días de gloria han quedado atrás. Sin embargo, esta nueva aventura con Helena reaviva su fuego interior. Y como lo ilustra Mangold en una brillante secuencia que confronta al pasado (Indy a caballo), contra el imparable progreso (un tren subterráneo), aún hay lucha en él.

Con el clímax más alucinante de toda la serie, pero también el más emotivo y apropiado para concluir las aventuras de Indiana, Mangold cierra magistralmente la vida y obra del aventurero.

El desafío más grande para Indy es enfrentar su propio destino. Aceptar el pasado, con todo su dolor y pérdida, sin intentar escapar.

El presente… es el regalo final.

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