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Restaurar la República

El Presidente se asume por encima de la Constitución. Nada le molesta más que la independencia.

En aquel siglo XIX de momentos oscuro, hay un breve tiempo luminoso que trajo luz a la Nación, la época conocida como La República Restaurada (1867-1876), intervalo de casi 10 años en aquella centuria de pesadilla.

La República Restaurada es un instante dentro de aquel desbocado delirio. Enrique Krause, en su libro: Por una democracia sin adjetivos, la describe así: “Por diez años, bajo las presidencias de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, México ensayó una vida política a la altura de los países avanzados de Europa o Estados Unidos.

No había partidos sino facciones dentro del grupo liberal, pero existía una verdadera división de poderes, un respeto fanático -¿y que otro cabe?- por la ley, soberanía plena de los estados, elecciones sin sombra de fraude, magistrados independientes, y una absoluta libertad de opinión que se traducía, hasta en los más remotos pueblos del País, en una prensa ágil, inteligente y combativa. Los hombres amaban la libertad política”.

El arribo de Porfirio Díaz (1830-1915) al poder coincide con el fin de aquel momento. Primero, la exaltación del caudillo -una tradición nuestra tan nefasta-, luego los oportunistas y advenedizos rodeando al poderoso y después, la desfiguración de las instituciones subordinándolas.

Los primeros cuatro años del periodo porfiriano fueron de tensión para la Suprema Corte de Justicia, los ministros que no apoyaron a Díaz fueron destituidos, como José María Lozano (1823-1893) jurista de reconocida trayectoria.

No obstante, en aquel inicio de una larga dictadura hubo ministros que no se sometieron al oaxaqueño, se sostuvieron en sus sentencias y dieron lustre a aquella Corte que comenzaba a desfallecer y al tiempo sucumbió. Los últimos meses de este sexenio encabezado por López Obrador, reflejan la desesperación y verdadera intención del régimen, la captura total del Estado. La ciudadanía se manifiesta y el Gobierno asume una posición de exclusión y condena.

Los intentos de adjetivar e injuriar desde los más altos cargos públicos son una constante. La libertad les irrita. La apropiación abusiva de la Bandera Nacional refleja esa conducta de exclusión, se aviva la discordia y el mandatario enemista perversamente a los mexicanos, se alzan las voces del oficialismo acusando de apátridas a quienes se expresan en contra del régimen.

Esta conducta la han replicado tiranías innumerables veces. Las naciones gobernadas en Latinoamérica por regímenes despóticos -y que son cercanos al Gobierno mexicano-, lo hacen frecuentemente.

En Cuba al que no está de acuerdo además de recluirlo en la cárcel le llaman “gusano”. Chávez, en Venezuela, calificaba de “escuálidos” a los opositores lanzando turbas para golpearlos; Daniel Ortega encarcela a los antagonistas y los despoja de la ciudadanía. Estos gobiernos comenzaron descalificando y apropiándose del Estado, sus instituciones y símbolos. No es trivial lo que sucede ni la respuesta del régimen es intrascendente.

Los últimos meses de este Gobierno emergen los desvaríos, se ha evidenciado a los colaboracionistas que intentaron encubrirse en una simulada imparcialidad, como el caso del ministro Arturo Zaldívar, a quien el mismo mandatario exhibió como un subordinado rastrero. Las muestras de desprecio por la ley son más que evidentes.

El Presidente se asume por encima de la Constitución. Nada le molesta más que la independencia. La candidata del oficialismo califica a los ciudadanos que se manifestaron de hipócritas y de cómplices de fraudes electorales. Al día siguiente se reúne con Manuel Bartlett. Copia fiel de su caudillo, puede más la boca que la razón. La congruencia no es lo suyo. Aquella Republica Restaurada desapareció ante aquella figura popular, quien después de 34 años acabó exiliado dejando una nación en llamas.

Joaquín Robles Linares es expresidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborador en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicación. Ex funcionario cultural, actualmente dedicado a su práctica privada como odontólogo.

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