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Un adiós a Raquel, la mujer a un lado del río

Conocí a Raquel Portillo haciendo faldas de la corteza de los árboles de sauce a un lado del río Hardy, en el poblado indígena cucapá, conocido como El Mayor.

Conocí a Raquel Portillo haciendo faldas de la corteza de los árboles de sauce a un lado del río Hardy, en el poblado indígena cucapá, conocido como El Mayor.

La conocí hace tantos años que su pelo no tenía canas y su cabellera larga. En ese entonces tenía la complexión de las mujeres que viven en el desierto. La piel curtida por el sol, los brazos fuertes, la mirada profunda, y ese recelo hacia los intrusos, como lo era yo en ese momento.

Era la esposa de Onésimo González Sainz, una de las autoridades más reconocidas en la etnia, un hombre de ojos pequeños, bigote blanco, delgado y con hablar correteado.

Raquel era discreta, se mantenía fuera de los reflectores, pero como llegué de improviso, la encontré en el patio trasero, deshilvanando el sauce que remojaba en bandejas con agua, para minuciosamente colgar cada tira de la corteza del sauce en los tendederos del porche.

Platicamos de muchas cosas, aunque nunca cruzamos miradas, ella continuaba enfocada en el proceso del sauce para confeccionar las faldas que usaban los primeros pobladores de nuestras tierras. De vez en cuando miraba de reojo, como quien mira discretamente al que se sienta a un lado de ti en el camión.

De ese día, donde el telón de fondo fue un hermoso atardecer de colores cálidos que reflejaba la pasividad del río Hardy, que forma parte del río Colorado, conservo una hermosa entrevista que fue publicada en aquel entonces por La Crónica. Aún no se usaban las cámaras digitales, así que entre mi baúl de recuerdos deben de andar aquellas fotos, aquellos rollos fotográficos, y la edición impresa de la entrevista donde me contó su historia.

Hace días me enteré de su partida, supe que murió el 6 de diciembre de 2023 por una complicación de salud a los 75 años de edad.

Raquel Portillo Tambo, al igual que Onésimo Gonzales Saínz, Inocencia González Saínz, Pascuala Saínz Domínguez, Juan García Aldama, han sido las personas de mayor edad que se han convertido en líderes tradicionales y las voces del desierto.

Ellos han dejado su legado a las nuevas generaciones que hacen que nuestra memoria ancestral no desaparezca y se olvide entre los murmullos del desierto.

El respeto hacia los líderes mayores por su gran sabiduría ha sido piedra angular para que cualquier cultura étnica sobreviva a los embates de la urbanización y la modernidad. Por eso son considerados líderes tradicionales y autoridades reconocidas.

Ellos han sido las guías para que los cucapás no pierdan su lengua nativa, sus usos y costumbres, los bailes tradiciones, sus cantos. Ellos han compartido su conocimiento en la pesca, la caza, el arte de la confección de pectorales, pulseras, aretes de chaquira, que han merecido el reconocimiento internacional.

Me enteré de la muerte de Raquel una fría mañana de diciembre, y me vino el recuerdo de ella en el patio trasero de su casa, cuando la vi deshilvanado el sauce, preservando con sus manos su historia, mi historia, nuestra historia.

Cucapá significa “gente de agua” o “el pueblo del río”, esto porque viven en sus orillas.

A Raquel la conocí así, sentada a la orilla del río.

* La autora es periodista independiente para medios internacionales.

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