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¿Qué significa abrazos, no balazos?

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador optó por una política de seguridad que se ha sintetizado en esta frase: “Abrazos, no balazos”.

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador optó por una política de seguridad que se ha sintetizado en esta frase: “Abrazos, no balazos”, la cual se refiere concretamente a que, en lugar de perseguir y aprehender a los delincuentes que actúan en el narcotráfico, habría que abrazarlos, dejarlos o tolerarlos.

Las justificaciones de esta política han sido varias. La primera es que la estrategia de perseguir y combatir a los cárteles del narcotráfico en los gobiernos anteriores no dio resultados y que, en lugar de disminuir la violencia, ésta aumentó así como los grupos delictivos. Es decir, la violencia creó más violencia.

En segundo lugar, para el gobierno de AMLO lo más importante es “combatir las causas” de la delincuencia, por lo que ha dado mayor énfasis a los programas sociales y a las becas para los jóvenes, con el fin de que esto pudiera impedir que fueran reclutados por el crimen organizado.

Más recientemente, López Obrador añadió un elemento más para justificar su política: la de que su gobierno tenía una visión “humanista”, en la que se consideraba que los delincuentes “también son seres humanos” y que merecen ser tratados como tales, etcétera.

¿Cómo se traducen todas estas visiones en términos de seguridad? Pues en que el Ejército, la Guardia Nacional, la Marina y las policías estatales dejan de perseguir a los delincuentes, siendo solamente una fuerza disuasiva o inhibidora de las bandas delictivas. Así, vemos ahora por todo el país un ejército desplegado por las carreteras, ciudades y pueblos más recónditos.

Nunca antes se había visto en México una presencia tan avasalladora de las fuerzas militares, mostrando su equipo bélico, colocando retenes por todas partes e incluso anunciando con altavoces la preocupación por la seguridad de los ciudadanos.

Sin embargo, en contraste con todo esto, el país en general está envuelto en una de sus peores “crisis de seguridad”, con bandas delictivas que controlan y asaltan pueblos enteros, bloquean carreteras y hacen que los ciudadanos vivan en una permanente zozobra o salgan huyendo hacia otro país.

Aumentan los asesinatos de periodistas, los feminicidios, las desapariciones. Tan sólo el 24 de mayo pasado hubo 118 homicidios, la segunda cifra más alta en lo que va de este sexenio, en 25 entidades que acusan una violencia estructural desde hace años, sometidas a una guerra cruenta entre bandas delictivas. El promedio de muertes diarias en México es de 82.

Mientras tanto, AMLO dice que va a sostener su política de abrazos y no balazos. Mi hipótesis es que todo esto es tan sólo una “pantalla” para ocultar la verdadera razón de la pasividad del gobierno mexicano y para abdicar de su responsabilidad de brindar seguridad a la población.

La estrategia de López Obrador, en mi hipótesis, es producto de una decisión que fue tomada junto con las fuerzas armadas que coincidieron en estas razones: la “guerra” contra la delincuencia no conduce a una situación de paz; desgasta al gobierno e implica una inversión muy alta en equipamiento y, lo más importante, consume toda la agenda gubernamental.

La experiencia del gobierno de Felipe Calderón y de Peña Nieto indica claramente que perseguir al crimen es sumamente costoso y tiene alcances limitados, consume la agenda del gobierno y desprestigia al ejército mexicano, mostrando sus debilidades y limitaciones para intervenir en un asunto para el que no está preparado (la seguridad pública).

No podría haber una “Cuarta Transformación” si el gobierno de López Obrador dedicara todos sus esfuerzos y energías a perseguir a los cárteles que asolan el país, corriendo el riesgo de obtener los mismos resultados de los gobiernos anteriores. Por eso, el tema de la seguridad y la violencia ha sido eliminado de la agenda de AMLO.

AMLO ataja el problema de la inseguridad desde el discurso en la mañanera, mostrando sus gráficas en las que sigue “muy alta” pero empieza a bajar. Con su perorata del humanismo o de que los delincuentes también tienen derechos, creando sesudas disquisiciones entre los internautas. Es decir, ocultando el tema.

Lo cierto es que el país avanza hacia un “narco-Estado”, mientras el presidente habla de humanismo, o de los médicos cubanos, la cumbre de las américas y de que toda la culpa la tienen los conservadores y sus intelectuales. Mucha paja para que el país siga igual.

*El autor es analista político

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