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Del aforismo nuestro de cada día

El aforismo es doctrina y rebelión, refrán y axioma, sentencia y duda. Todo el espectro del pensamiento humano está en él, pero destilado hasta la última esencia.

El aforismo es doctrina y rebelión, refrán y axioma, sentencia y duda. Todo el espectro del pensamiento humano está en él, pero destilado hasta la última esencia. Arte que quiere ser conocimiento veraz. Ciencia que declara, en su brevedad, el experimento por hacer. Regla de oro y discurso marginal. Experiencia y elucubración. Como el rompecabezas, lo interesante del aforismo es los retos que nos impone, el juego de sus piezas en nuestras manos. Algo hay en el aforismo de truco de mago, de salón de los espejos, de azar pronunciado como frase de amistad, como idea concebida.

Nervaduras fue publicado en la ciudad de México, el año pasado, por la editorial Libros del Fresno, que dirige el poeta y aforista Víctor Bahena en su colección Saetas. Dividido en capítulos, esta obra incluye textos reunidos bajo los títulos de: Mínima expresión; Alfonso Reyes, aforismos sueltos a partir de sus palabras; El aforismo: definiciones y señalamientos; Chantal Akerman: el cine nuestro de cada día; La luz de antaño: nostalgias por un arte monumental; Artes plásticas: luminosidades, subversiones, raspaduras; De varia índole; Esplendores y titubeos; Temblorosas verdades desvaneciéndose; Al natural; Pistas falsas: aforismos sobre detectives, policías y criminales; y De villanos y villanías.

Se puede considerar a Nervaduras como un libro que acepta lo obvio: el aforismo se puede jugar de muchas maneras: según el estado de ánimo de sus practicantes, según el tema y el tono que cada quien asegure como suyos. En mi caso, lo que busco es la complicidad de quien lo llegue a leer, el concepto de que en esta clase de textos conviven la crónica, el tratado, la bribonada y la anécdota, entre muchas otros condimentos y sazones.

No se olvide que una de las definiciones de Nervadura es el sitial que sostiene una bóveda y que permite construirla con mayor ligereza y luminosidad. El puntal que, en su modestia, es el apoyo para cosas más grandes, más esplendorosas. El aforismo, de esta forma, con poco material ayuda a construir edificios más imponentes, ofrece un espacio donde las columnas pueden mantenerse en pleno equilibrio.

Como este libro lo proclama, el aforismo puede ser breve y expansivo, sobrio y exuberante, puntilloso y desparpajado. La única pauta que mantengo en su escritura es que no tenga rumbo fijo, que proponga un viaje emocionante, una aventura sin fin. Espero que ustedes, lectores y lectoras, al entrar en sus páginas encuentren ideas a comentar, experiencias a compartir. Un reflejo vital por cuenta propia.

Un detalle que quiero resaltar de esta espléndida publicación es que la ilustración de la portada es un cuadro titulado Cazando pájaros de noche (1874) del pintor francés Jean Francois Millet (1814- 1875), uno de los grandes representantes de la escuela realista, pero donde el peso de la naturaleza rige muchas de sus obras. Lo menciono también porque pienso que las ideas son pájaros que aletean mientras muchos quieren atraparlas. Sin embargo, las ideas no son fáciles presas y el aforismo es prueba de ello. En su naturaleza pervive la reciedumbre; en su carácter, la tenacidad.

Pero el aforismo no es sólo un texto breve, una filosofía que cabe en una frase. Es una indagación literaria, una aventura verbal, porque el aforismo no es reducción o simplificación de las ideas: es masa crítica en el umbral de su explosiva resonancia, de su implacable estallido. Aunque se considere como texto breve, el aforismo se precia de su abundancia conceptual, de su riqueza discursiva. La fuerza del aforismo no es la concisión sino su elocuencia.

Para algunos el aforismo sólo requiere de ingenio. Para otros, de veneno. Pero para el propio creador de aforismos, el elemento esencial es su incisiva exactitud, su rotunda fiereza. Por eso mismo, el aforismo no pretende la técnica depurada sino el golpe contundente. Por eso, igualmente, el aforismo es una polémica a pequeña escala, una guerra mundial de pocas palabras.

¿Qué puesto ocupa el aforista en nuestra literatura? Probablemente el del predicador en el desierto, el del cultivador de errores ajenos y propios. La función del aforista es encender las luces del pensamiento para que empiece la función, para que nadie se diga que no sabe lo que pasa. La brillantez del aforismo es directamente proporcional a los estragos que causa en su audiencia. El aforista busca el entendimiento de los lectores, pero se conforma con su complicidad.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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