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EU: Un país fracturado

Hay muchas cosas que decir de la elección de Estados Unidos, pero intentemos resumirlas o anotar aquellas que pueden ser más relevantes en medio de la avalancha informativa, asumiendo que al momento de escribir esta columna las tendencias favorecen al candidato demócrata Joseph Biden.

Hay muchas cosas que decir de la elección de Estados Unidos, pero intentemos resumirlas o anotar aquellas que pueden ser más relevantes en medio de la avalancha informativa, asumiendo que al momento de escribir esta columna las tendencias favorecen al candidato demócrata Joseph Biden.

Desde hace 4 años Estados Unidos vive una anomalía que este martes, por lo menos, la mitad de los votantes intentaron corregir. La anomalía consiste en que después del gobierno de Obama, que se había considerado un gran triunfo en un país con altas dosis de racismo, haya ganado la presidencia alguien como Trump, cuya característica principal fue haber levantado una oleada de odio y repudio contra el viejo establishment estadounidense.

El triunfo de Trump de hace 4 años se basó en torpedear todo lo que ese país había construido y defendido a lo largo de su historia: Instituciones, partidos, sistemas legales, un poder acotado y un gobierno con pesos y contrapesos. Trump recogió el malestar que había desde hace tiempo entre varios sectores de la población contra ese viejo sistema y contra la clase política.

Pero también recogió el malestar de algunos grupos de la población contra los migrantes, contra los negros y las mujeres, contra los pobres, contra algunos países, dando lugar a un líder racista, xenófobo, autoritario, que recurre sistemáticamente a la mentira, que tuerce y esconde los hechos, descalifica a sus adversarios y vocifera contra todo lo que no sea de su agrado.

Trump se convirtió en la máxima expresión de un populismo político que está contra todo, que rompe o no respeta las reglas institucionales, que embosca a sus enemigos y estigmatiza a los grupos sociales que ya sea por su color de piel o condición social, rechaza abiertamente. Se hizo portavoz de un mundo que se creía ya superado o enterrado como es el fascismo, la intolerancia y la discriminación.

En la coyuntura especial y altamente sintomática de la pandemia por el coronavirus, vimos a un Trump en todo su esplendor: desconociendo las explicaciones científicas, creyéndose inmune al virus, llamando a salir a las calles, abrir los negocios y sin las medidas sanitarias suficientes. Es decir, un individuo irresponsable al frente de uno de los países más poderosos, dando un ejemplo al mundo.

Las preguntas clave que uno debe hacerse ante una situación así son estas: ¿de dónde obtiene su poder un individuo como Trump que todavía el pasado martes recibió casi la mitad de la votación para intentar reelegirse? ¿Qué busca o qué espera un elector que vota por Trump? ¿Cree realmente que está votando por un cambio?

No es tan fácil contestar estas preguntas por la enorme complejidad de factores que hay de por medio, pero en términos muy generales se puede decir que la fuerza de Trump radica en que en ciertos grupos de la población hay una visión o un sentimiento de desesperanza y de temor por los cambios (de todo tipo) en el mundo, temor por los migrantes y las distintas expresiones raciales o culturales en los Estados Unidos.

No es casual que sea en las zonas rurales donde Trump reciba mayores muestras de apoyo, o en sectores donde la escolaridad tiende a ser más baja, o también en sectores blancos que temen el “contagio” de los negros o las nacionalidades latinas. Son estos grupos el terreno fértil de los líderes demagogos y autoritarios como el de Trump, como ocurre en otras partes del mundo.

En el fondo, Estado Unidos es un país que está cambiando demográfica y socialmente, en donde los “blancos” se sienten desplazados por amplias y fuertes corrientes migratorias, culturales y raciales, que introducen otras visiones y otros valores. Es decir, es ya un país multicultural, pero en donde sigue imperando el racismo y el odio contra los que son diferentes.

Trump es el tipo de líder que intenta encabezar la resistencia a estos cambios de (todavía) amplios sectores que defienden el estatus quo o que ven los cambios sociales y políticos como grandes amenazas que trastocan la vida cotidiana de los individuos y de algunas comunidades.

No es una disputa solamente electoral lo que hemos visto en Estados Unidos; es más que eso, algo que no se puede reducir a quién gana la presidencia o el congreso. Sino más bien, cuál va a ser la visión (cultural y política) que va a imperar en esta sociedad fracturada: ¿La que representa Trump o la que representa Biden?

Hay que esperar que triunfe la que representa Biden, que es tímida y en cierta manera opaca, pero es la más cercana a la razón y la civilidad.

*El autor es analista político.

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