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El Imparcial / Tijuana / Trabajo informal

Padre e hijo comparten oficio de boleros en Tijuana

Ramiro, quien lleva más de dos décadas trabajando como bolero, ha transmitido su experiencia y conocimientos a su hijo David.

Tijuana, B.C.- En un rincón del parque Teniente Guerrero en el centro de Tijuana, Ramiro Naya, conocido como "El Chepo", y su hijo David, comparten más que lazos de sangre: comparten un oficio que ha perdurado por más de 30 años y que pasa de generación en generación.

Ramiro, quien lleva más de dos décadas trabajando como bolero, ha transmitido su experiencia y conocimientos a su hijo David, de 17 años, forjando una relación que trasciende lo laboral.

Lo mejor de todo esto es que lo tengo aquí al lado y lo estoy checando para que ande por buen camino y se dedique a un trabajo honesto y lo más importante de todo: que le sirva a la sociedad", comentó Ramiro.

La tradición de ser boleros ha sido un vehículo de enseñanza y vínculo emocional para esta familia. David, quien comenzó a acompañar a su padre desde temprana edad, aprendió las complejidades del oficio y, aunque no pudo continuar sus estudios de preparatoria, ha encontrado en el trabajo con su padre una oportunidad de crecimiento.

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"La comunicación ha mejorado mucho, hablamos de temas que hace mucho no tocábamos", compartió David.

La pandemia

Sin embargo, el negocio de boleros ha enfrentado desafíos en los últimos tiempos, agravados por la pandemia.

"Ya no es negocio, ya no es como antes, antes había muchos clientes, había más trabajo y ahora no y menos con la pandemia que empeoró", recordó Ramiro. A pesar de la disminución en la demanda, padre e hijo persisten con tenacidad en su labor.

Aunque David reconoce que su juventud a veces suscita escepticismo entre los posibles clientes, su dedicación y habilidades demuestran su valía.

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"Pues como a mí me ven joven, piensan muchas veces que no sé trabajar, se van con otro, pero masomenos yo tengo entre dos o tres clientes al día", compartió David.

Ramiro y David continúan lustrando zapatos en el parque Teniente Guerrero, un testimonio vivo de una tradición arraigada y un ejemplo de cómo la dedicación y el amor por un oficio pueden unir a una familia en torno a valores de esfuerzo y perseverancia.

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