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Tótem/ Monster

DIR. LILIA AVILÉS / HIROKAZU KORE-EDA

En un ecosistema cinematográfico tóxico, para usar una palabra degastada y manoseada, como el actual, siempre es un alivio llegar al final del año, cuando se estrenan comercialmente la mayoría de películas ganadoras de festivales, más las que aspiran a obtener nominaciones al Oscar.

En cartelera, dos cintas que presentan la experiencia de vivir desde el punto de vista infantil. La primera es la mexicana Tótem de Lilia Avilés, que merecidamente está en la terna para la selección a los Oscares.

Desde su primera toma, Avilés demuestra la intimidad y complicidad que existe entre la pequeña Sol (Naíma Sentíes) y su madre (Iazua Larios). Las actuaciones de ambas de absoluta naturalidad, y los encuadres cerrados de tomas largas, sin edición, enfatizan la sensación de que estamos observando algo real, cuasi documental.

Nada de lo que va a suceder se presenta a través de exposición, ni de forma didáctica, por el contrario los personajes (miembros de la familia de Sol) van apareciendo uno a uno, y Avilés, confiando en la inteligencia de su espectador, poniendo todo en sus manos para que éste vaya armando las piezas del rompecabezas.

Sol pide como deseo que su padre no muera. Subsecuentemente vemos a un hombre mayor con una traqueotomía, no es el padre de Sol. Un ejemplo de cómo no mostrar las cosas por números.

Todo transcurre durante un solo día, dentro de una casa, en la vida de una familia. Es el cumpleaños de Tona (Mateo García), padre de Sol, enfermo terminal. Avilés tiene el cuidado de conservar el punto de vista de Sol y transmitir sus emociones y sobre todo sus miedos.

El mosaico se va completando con cada miembro de la familia y la forma en que se relacionan con Sol. El retrato costumbrista muestra una idiosincrasia muy mexicana, reflejado en la búsqueda de sanación para Tona. Terapias cuánticas, limpias energéticas, amor de familia.

Por su parte, en su angustia, Sol busca una respuesta al inminente destino de su padre, preguntando al asistente del celular si el mundo acabará, si su padre morirá… La simplicidad con la que desparecen la cámara y la edición, la impecable dirección de fotografía, que captura la elusiva iluminación nublada y lluviosa de la ciudad de México, y por encima de todo, un reparto inmejorable en su naturalismo (rarísimo en el cine mexicano) brindan a la cinta una cualidad Bergmaniana, que la convierte en una de las mejores del año.

Del otro lado del mundo, Hirokazu Kore-eda igualmente se enfoca en la infancia para contar una historia compuesta por partes iguales de suspenso y melodrama, que muestra el autodescubrimiento de un niño (o dos) en búsqueda de alegría.

Minato Mugino (Soya Kurokawa), niño reservado, hijo de una madre soltera, llega a casa con una herida en la oreja. Señala a su maestro como el responsable, dice que lo insultó, llamándole “monstruo con cerebro de cerdo” y le jaló la oreja.

La madre de Minato exige una explicación en la escuela, con la directora y el maestro implicado. Lo único que obtiene son disculpas y silencio. No hay una explicación real de lo sucedido, sólo una insinuación de que su hijo es el abusivo.

La amistad de Minato con un niño que es presa de burlas y bullying por afeminado lo conduce a golpear a su amigo para no ser rechazado por los demás. Esas son las piezas que Kore-eda lentamente pone sobre la mesa para desenmarañar un misterio que incluye una serie de incendios provocados en el pueblo.

En la segunda parte se relatan los acontecimientos desde otra perspectiva, revelando que detrás de lo sucedido existe el rechazo, la intolerancia y la violencia de un padre, y el miedo de un niño frente a lo que no “debe de ser”.

Nuevamente Kore-eda dando clase de cómo hacer cine inteligente y emotivo. Imperdible.

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