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Lo que viene

Septentrión

En las democracias se dan por un hecho soportes institucionales que nunca serán tocados o puestos en riesgo; esta conducta pasa por una de las razones que nutre la vida democrática y es el combustible que alimenta la convivencia política, los acuerdos interpartidarios. Algo que el actual régimen ataca rabiosamente, evidenciando una actitud autoritaria que es la negación del pluralismo. Es ahí el punto nodal de las democracias, la voluntad popular depositada en las urnas trasladada al campo de los acuerdos.

Desde el final del sexenio de Carlos Salinas, estos convenios fueron legitimando posiciones y visibilizando a una oposición que entendió su lugar.

Ya en el sexenio de Ernesto Zedillo, se convirtió en una realidad el arribo a aquella vida política distinta, las voces se multiplicaron y los pactos tomaron rumbos institucionales, a pesar de algunas expresiones de trasnochados y de intentos por modificar el rumbo del País, aún ante estas actitudes retardatarias la democracia mexicana fue robusteciéndose y tomando volumen, dejando atrás los añejos estilos del régimen revolucionario.

No fue sencillo ni algo que aquella sociedad celebrara, décadas de alejamiento en las decisiones políticas y la costumbre mexicana de que la vida pública era sólo para versados, hicieron anidar en la población el desinterés y la apatía, como sucede con los desinformados, se convirtieron en un banquete para el populismo más descarado y ramplón.

Muchos de estos acuerdos fueron atacados por intereses, pero también en algunos casos llegaron a desnaturalizarse por los acomodos de una burocracia demandante de privilegios ante aquella sociedad que permanecía expectante.

Esto dio entrada a aquellas corrientes de pensamiento que atacaban los acuerdos y los convertían -para una parte muy importante de la opinión pública-, en contubernios perversos, un discurso casi infantil para una población crédula. Sin embargo, la realidad es que, con todo y aquellos vicios o defectos, aquellos acuerdos funcionaron y la historia política contemporánea será registrada como el periodo democrático más sólido y un ciclo de creación de instituciones libres e independientes, que lograron algo histórico en nuestra vida política, la confianza en las elecciones y el arbitrio de instituciones facultadas para ello, ya no el poder de un hombre y un régimen por encima de la voluntad popular.

En 1999 llegó al poder en Venezuela Hugo Chávez, con un discurso parecido al del régimen actual; las coordenadas políticas que habían hecho de aquella nación una de las más prósperas y que había avanzado notoriamente, fue tocado por aquel discurso que pretendía ser de una izquierda nacionalista, basada más en el resentimiento que en la justicia, en la venganza más que en mejorar las condiciones socioeconómicas de un país.

A esta corriente de pensamiento la envuelve un aura de simpatía simplona, buscando cierto aire de sofisticación ideológica a quienes la presumen… esto ha calado hondo en nuestras sociedades y en nuestras universidades tanto públicas como privadas, siempre cautivadas por estos personajes, generalmente tutelados por Cuba, que es un ejemplo perverso y fallido.

Aquellos que ingenuamente pensaron que las bases democráticas eran inamovibles, que lo construido no se tocaba se equivocaron. Chávez y los suyos desfiguraron toda institución, cambiaron hasta el nombre de aquel país y crearon una nueva Constitución, al grado de nunca reconocer una derrota o crear otro Congreso que sustituyera al democráticamente electo.

La Corte venezolana fue demolida y sembrada de militantes. Aquella idea de la generación que diseñó y edificó estas instituciones en nuestro País quedó atrás. Este régimen ha ido colonizando y controlado las instituciones, para muestra el arribo de la militante Batres y la actitud entreguista de la Coparmex.

JOAQUÍN ROBLES LINARES es expresidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborador en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicación. Exfuncionario cultural, actualmente dedicado a su práctica privada como odontólogo.

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