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Reforma subjetiva

Como la pandemia Covid-19 y tantas variantes como el ómicron no terminan, sería inconveniente seguir escribiendo cada semana sobre este tema.

Como la pandemia Covid-19 y tantas variantes como el ómicron no terminan, sería inconveniente seguir escribiendo cada semana sobre este tema. Por eso ahora hago algunos comentarios a la reforma o contrarreforma eléctrica que se está discutiendo o, mejor dicho, sólo escuchando porque al parecer los legisladores del grupo que la proponen no oyen, no ven, no escuchan. Y eso porque tiene la encomienda de que pase como en otras ocasiones sin moverle ni comas ni letras.

Por eso pienso que no ha sido un Parlamento Abierto, pero tampoco de análisis y discusiones o debates a fondo. De igual forma considero que no ha sido correcto el predefinir participaciones dividiendo en grupos a favor o en contra; nuevamente, se utilizó un modelo de polarización, de división, sin pretender aceptar objetividades, pero eso sí ampliando diferenciales y queriendo como práctica gubernamental y del mayor grupo legislativo poner en el radar de la sociedad, de los medios de comunicación, de los funcionarios públicos, de las corcholatas pre-presidenciables, etcétera, el posicionamiento de los participantes y/o de los organismos que hicieron presencia para que después sin posibilidad de réplica sean ventaneados.

Eso además de falta de ética, es inquietante, desmotivador, porque año tras año, administración tras administración, legislatura tras legislatura, mañana tras mañana, se plantean y discuten los mismos temas, como si no hubiera cambiando el contexto de nuestro país ni del mundo, como si forzada y tercamente quisiera volverse al pasado de al menos hace sesenta años o quizás más.

Si, México necesita reformas profundas, pero para retomar la senda del desarrollo, no para retomar esquemas contaminantes y de impacto al medio ambiente y contrarios a la modernización tecnológica y de producción. No importa contaminar ni omitir el uso de energías renovables, lo importante es regresar a usar carbón, petróleo y gas como en los años setenta y ochenta del siglo pasado. Lo importante es que las” empresas” estatales sigan existiendo argumentando que deben ser soberanas, cuando lo más soberano es tener certeza de abastecimiento que proporcione ventajas competitivas al país. Algo que en esta administración no se entiende y mucho menos se fomenta: la competitividad y el crecimiento, me refiero a eso pues los datos recientes de INEGI señalan que el PIB va descendiendo y nos conduce al rumbo de estancamiento y crisis, y eso que apena va la mitad del sexenio.

Tal parece que no hay consenso de que se necesita hacer algo y pronto, no sólo un tren, una refinería y un aeropuerto. Lo que se percibe es por un lado que el ejecutivo propone y el legislativo dispone entrampado en defender intereses partidistas y/o nacionales.

Eso es inquietante, pero asimismo que estamos perdiendo como país dos grandes cualidades, que a su vez eran reconocidas por los inversionistas, hombres de negocio y gobiernos extranjeros: una es la cercanía con el mercado más grande del mundo y, el segundo, el potencial que llegó a tener el mercado interno mexicano.

Irónicamente lo que ven en el extranjero ya no es distinto a lo que percibimos muchos mexicanos. Como país nos hemos estancado, la productividad no repunta, los costos de producción no se estabilizan, la inflación van cede y el atractivo para invertir no se consolida; se habla de nulo crecimiento, de poca generación de empleo y de haberse caído la inversión. Triste diagnóstico este. Nuestro país pierde competitividad casi de manera proporcional a la divagación que producen los políticos y burócratas respecto a que se debe trabajar en favor del crecimiento económico.

El potencial de nuestro país, queda claro, es enorme. Lamentablemente, pasan las generaciones y los años -ya van tres- y sin embargo no nos atrevemos a planear a largo plazo pues nuestra visión continúa siendo cortoplacista, a una consulta innecesaria, a las elecciones en este año o las del 2024. Históricamente nos ha faltado -y sigue faltandouna real visión de Estado y prospectiva de nación.

*- El autor es Consejero Nacional de Index, además de Director de Recursos Humanos para LatinAmérica en Newell Brands.

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