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Mirada de mujer, el 9M

Las historias de agresiones, abusos, violaciones, sometimiento, de hombres hacia mujeres, se reproducen diariamente.

Las historias de agresiones, abusos, violaciones, sometimiento, de hombres hacia mujeres, se reproducen diariamente.

Sí lo sé, también hay hombres que son asesinados, sometidos y humillados, mayoritariamente, por sus congéneres.

La situación que tenemos que visualizar es a ese 95 por ciento de niñas, adolescentes, mayores de edad y adultas mayores que sufren en calles, espacios públicos y las cuatro paredes, por la fuerza física, emocional o psicológica de hombres que aprovechando sus ventajas abusan de ellas.

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Era mayo del 2017, fecha en la que se intensificaron los tocamientos en sus partes íntimas, besos en la boca, abrazos, nalgadas.

En la mente de la adolescente de 14 años existía el asco, pero también el miedo ante las amenazas y, lo inexplicable: cómo el padre, el sacerdore de la parroquia del Perpetuo Socorro del Valle de Mexicali, al que le tenía confianza, le hacía eso.

Era el padre Ismael, que le generaba confianza, ya que su propia madre era cocinera en la casa parroquial donde estaba el señalado sacerdote. Por eso, le tenía respeto. Pero este sentimiento se tornaba en asco cada que el sacerdote le besaba sus pechos o su boca.

Pero un día se armó de valor y le dijo a su madre y a otro sacerdote de la misma iglesia lo que le estaba pasando.

El escándalo detonó, pero también el miedo se disipó. Y con eso, otra víctima se armó de valor y también denunció al mismo padre Ismael.

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En el 2007, Claudia Rosales denunció violencia y acoso en su contra por parte de Francisco, padre de sus hijos.

Entre omisiones y desinterés de las autoridades, transcurrió todo un año.

Llegó el 2008, el 01 de enero para ser exactos, y el agresor Francisco, ante la omisión, se empoderó y decidió ir al trabajo de Clau, la esperó y ante la mirada atónita de sus hijos, la atacó ferozmente, como solo un sociópata puede hacerlo. No la mató, sólo por un milagro, pero esa era su intención. Ni duda cabe.

Hoy, el agresor pretende hacer uso de los beneficios de la ley, y obtener su libertad anticipada.

Clau y muchas mujeres piden que eso no suceda.

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Era marzo del 2010 el individuo identificado con el nombre de Arturo “N”, de 39 años, se encontraba en un domicilio donde amenazó a su hija con encajarle un desarmador en el cuello si no se dejaba hacer lo que él quería.

La niña de ocho años, su hija biológica, con temor no se movía, acción que aprovechó su padre para abusar sexualmente de ella; de acuerdo a las declaraciones de la menor ante el Ministerio Público de la Fiscalía Especializada en Delitos contra la Mujer por Razones de Género. 4

Diez años después el sujeto fue detenido.

Son sólo botones de muestra.

Nadie puede decir que esa realidad no existe, que no se presenta con una dolorosa cotidianeidad que lacera, duele, atropella y humilla.

Entonces por qué seguimos pretendiendo cerrar los ojos, voltear hacia otro lado, criticar la rudeza de los grupos manifestantes, cuando hay una violencia, un desequilibrio, una fuerza extrema ante los grupos vulnerados.

No queremos ni una más. No es una lucha de sexos, es una lucha de igualdad, un camino donde todos partamos de un mismo punto. Sin ventajas para nadie.

Con educación equilibrada, donde no existan ventajas históricas, antropológicas, sociológicas, donde todos y todas partamos de una misma meta.

Sin corsarge, desayunos, flores, tarjetitas de hermosa, linda, de feliz día, recordemos el 8 y ahora el 9 de marzo, sin formas y muchos fondos. Por favor.

La verdad sea dicha.

*- La autora es directora del portal MF Noticias Mexicali.

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