Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Mexicali

El malogrado gobierno de Morena en BC

Han pasado cuatro años de la llegada de los gobiernos de Morena a Baja California y hasta ahora la entidad es un desastre en todos los ámbitos.

Han pasado cuatro años de la llegada de los gobiernos de Morena a Baja California y hasta ahora la entidad es un desastre en todos los ámbitos. Los problemas de todo tipo están desbordados y superan la capacidad de respuesta de la gubernatura, de las y los alcaldes y del congreso estatal. En otras condiciones, la situación ya hubiera estallado en una crisis general.

En este trágico recuento hay que empezar, primero, con el engorroso y desgastante litigio de Jaime Bonilla para ampliar su periodo de gobierno de 2 a 5 años. Este episodio lleno de trampas y maniobras sucias, al que se prestaron los diputados panistas, provocó una confrontación de Bonilla con muchos sectores, con la SCJN, con varios especialistas y algunos medios de comunicación. Fue un inicio desastroso para Morena que había obtenido un triunfo aplastante.

Luego, ya al frente del gobierno estatal, Bonilla se dedicó a confrontar a los gobiernos anteriores del PAN, a los empresarios de la región, al medio periodístico e incluso se enfrentó con algunos funcionarios del gobierno federal. Su política era dar un palo por aquí y otro por allá todos los días, pero sin establecer las bases de un nuevo gobierno.

Con la llegada de Marina del Pilar Ávila hace año y medio la situación tampoco mejoró y no hay visos de que lo pueda hacer más adelante. Marina, al igual que Bonilla, no ha podido entender la situación política particular del estado. El rasgo particular de Marina es que dado su vínculo con el cetro del país, en particular con Mario Delgado que fue determinante en su candidatura, quedó atada a la política nacional de Morena y de la presidencia. Es una pieza más en el engranaje que se mueve desde allá.

Del Pilar Ávila ocupa el cargo de gobernadora, pero hasta ahora no ha logrado construir una autoridad gubernamental, un referente en las líneas estratégicas de trabajo y no se ha convertido en una guía que cohesione al gobierno en su conjunto. Su tendencia a la frivolidad no le ha ayudado a obtener eso, más otros factores propios del movimiento de Morena.

Hasta ahora es obvio que tiene un gabinete de gobierno bastante irrelevante y no hay ninguna área que destaque por sus nuevas políticas públicas. La Guardia Nacional le cubre la espalda en el terreno de la seguridad pública, pero sus funcionarios responsables han dejado mucho que desear. Entonces, lo que termina haciendo es una réplica del gobierno federal, como la mayoría de los gobernadores de Morena en el país.

En cuanto a los alcaldes y alcaldesas de Morena, el dato más destacado es que el cargo les quedó muy grande a todos y todas. Los municipios están hechos un desastre en todos los aspectos y el nivel de incidencia de los ayuntamientos es casi nulo, empezando con el problema de la inseguridad y los servicios públicos, la pavimentación, etcétera. Nunca se había visto este nivel de incompetencia municipal.

En este contexto de desorden e incapacidad, regresa el exgobernador Jaime Bonilla en un plan de franca confrontación con Marina del Pilar, buscando meterse a la puja del poder a través de otro partido, el PT, que es aliado de Morena pero se presta al juego de Bonilla. Es decir, Morena está volando en pedazos y, al parecer, Bonilla tiene luz verde para desestabilizar al gobierno estatal, incluso desde la tribuna del Senado.

Todo esto ocurre en un contexto de una sociedad atomizada, alejada de la política, con la base social de Morena marginada, mientras el resto de los sectores sociales están paralizados, como el de los empresarios por ejemplo, o los llamados grupos intermedios que tienden a mimetizarse a las coyunturas políticas para subirse al carro del poder.

Tampoco hay una “oposición organizada” que pudiera aprovechar el enorme vacío de gobierno que hay en este momento porque está desmantelada, sin liderazgos políticos, sin propuestas y sin ideas, sin poder superar las condiciones de su derrota política. La clase política local está cruzando por una de sus crisis más profundas.

Aquí el punto es que Morena tenía todo para inaugurar un nuevo gobierno en la entidad, pero nació como un organismo que está predestinado a la autodestrucción, por sus propias características, por ser una madeja de intereses, por su falta de cohesión ideológica, pero también por su desbordado apetito por el presupuesto público con el que nació.

Lo más impactante de todo es que, aún en estas condiciones, Morena puede volver a ganar en la próxima elección del 24 a nivel local, por inercia pero sobre todo porque su base electoral vota al margen de los resultados concretos de los gobiernos de Morena.

¿Qué es lo que se puede hacer? Volveré sobre el tema en mi próximo artículo.

*El autor es analista político

En esta nota