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El año electoral abre oportunidades para Morena 

El vacío nacional que deja López Obrador no puede ni debe llenarse con una llana sustitución de liderazgos. Sheinbaum es una figura ascendente, pero AMLO es un líder de época.

Morena seleccionará en las próximas semanas a los candidatos a alcaldes, diputados y senadores. Es una ventana de oportunidad para afirmar las virtudes del partido y paliar sus flaquezas a nivel programático-operativo. Abre cancha para premiar a quien lo merece y desprenderse de resabios. Cualquier apoltronamiento sistémico representa riesgos para el pulso de cambio que encontró su tono más alto en 2018.

El vacío nacional que deja López Obrador no puede ni debe llenarse con una llana sustitución de liderazgos. Sheinbaum es una figura ascendente, pero AMLO es un líder de época. La primera tiene margen de crecimiento y el segundo culmina una larga trayectoria, y esa disparidad es arma de doble filo. Intentar calcar al Presidente sería craso error.

La película “Moneyball”, basada en el libro del periodista Michael Lewis, retrata un caso de valor pedagógico del beisbol para la política. Tras una cadena de temporadas de calibre JMV (MVP), el primera base Jason Giambi dejó a los Atléticos de Oakland en 2002 para fichar en agencia libre con los Yankees, cuya solvencia económica permitió pescar al mejor bateador disponible. Oakland, de nómina discretísima, pero entonces acostumbrado a ganar contra pronóstico, entró en desánimo. La sustitución de su jugador franquicia parecía indispensable para alargar el éxito, pero faltaba dinero y escaseaba el talento que igualara los números productivos del ausente. Y entonces surgió una hipótesis: Giambi era insustituible en su posición, pero la suma -con ayuda de la sabermetría- de tres o cuatro piezas nuevas subvaloradas podía superar el rendimiento individual perdido.

Morena enfrenta una disyuntiva similar. Buscar un nuevo AMLO podría resultar infructuoso, pero redondear áreas de oportunidad podría redistribuir el rendimiento individual y compensar la ausencia- es decir, más equipo.

En política los números para medir rendimiento son delgados. En su ausencia y ante la falta de repeticiones comparables como las del beisbol, lo cualitativo pesa. Para redondear al colectivo, cuadros de primera y segunda línea deben ganar protagonismo y articularse.

Incluye la política local, donde se forjan sables que complementan los de la burocracia federal y la esgrima parlamentaria. Si la estela de López Obrador bañará de menos luz la noche, queda como consolación que otras estrellas serán ahora apreciables en la intensa calma del firmamento.

Ese es el vaso medio lleno. La realidad es un tanto más ingrata.

Un mar de carencias sistémicas salta a la vista para el ojo observador. En primera instancia, imperan cuotas que sobredimensionan la capacidad política, operativa, técnica y popular de algunas corrientes cuya mayor virtud (legítima, no obstante) es la antigüedad, y con ello la confianza y señales de convicción. En algunos estados más que en otros abundan compromisos de campaña, pero una elección federal es buen momento para sacudir la mata.

Una segunda área de oportunidad es la proteína ideológica, sin la cual la identidad partidista queda diluida -y con ello la moral interna y el sello electoral. La CDMX dejó valiosas lecciones en su proceso interno. Tras una serie de vetos informales de militantes vocales, Clara Brugada cerró una brecha que parecía irremontable, sea por encuesta o por fórmula colegiada. Ello alerta que en Sonora, de una izquierda dura más pasiva y relegada, impera una mezcla de resignación sobre el devenir de las reparticiones y antipatía ante la posibilidad de una dilución de fronteras cuando el líder nacional pronuncie su último discurso aglutinador en un partido pensado para disputar mayorías.

¿Quiénes darán talla para colmar el gran vacío que vendrá? Hace unos años la vara estaba baja ante la inexperiencia, pero otro gallo canta hoy. La exigencia interna y externa para elección de candidatos y funcionarios debería aumentar. Viene una etapa de mayor exigencia de resultados.

Los Atléticos de Oakland, tras ganar 102 juegos en 2001 con Giambi lograron una sensacional marca de 103-59 al año siguiente en su retorno a la postemporada. Si Morena atiende flaquezas, puede conservar la afección del pueblo aún sin el eterno bateador de 300. Siempre el vaso medio lleno.

El autor es economista y politólogo. Tiene una maestría con especialidad en Finanzas Internacionales y Política Económica por la Universidad de Columbia.

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