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Hacia una Sociedad de Conocimiento

La educación tradicional que persiste hasta nuestros días se organizó respondiendo a la Revolución Industrial de primera y segunda generación.

La educación tradicional que persiste hasta nuestros días se organizó respondiendo a la Revolución Industrial de primera y segunda generación en donde las empresas y organizaciones lograban aumentar su productividad y eficiencia a partir de la división del trabajo. El ejemplo clásico aunque no el único ni el primero fue el de Henry Ford con el ensamble de su famoso modelo T.

Las partes del automóvil se iban añadiendo en una línea de ensamble y aquella persona que sólo se dedicaba a poner el volante adquiría destreza por las repeticiones y por tanto aumentaba su productividad. Lo que antes podía tomar meses para armar un auto en un garaje, ahora tomaba horas y por ello Ford fue capaz de ofrecer a sus empleados un salario de cinco dólares diarios cuando el salario promedio era de un dólar al día.

Por otra parte, la generación de conocimiento se multiplicaba y si hace más de dos mil años los filósofos podían discutir y enseñar lo mismo de física, que de biología, astronomía y medicina, hoy prácticamente es imposible, es por ello que se fueron generando distintas áreas de conocimiento en donde una persona se especializa a lo largo de su formación académica, obteniendo las bases en primaria, secundaria y preparatoria, para entrar a la Universidad a estudiar una licenciatura e incluso un posgrado que le permita desarrollar un expertise en un área determinada.

Sin embargo, un especialista es una persona que sabe cada vez más cosas sobre menos cosas, y eso puede representar una desventaja en la denominada cuarta revolución industrial o Sociedad de Conocimiento. Actualmente nos enfrentamos a problemas complejos como lo es el COVID-19, y para intentar resolverlos o administrarlos es necesario movernos mas allá de las fronteras de nuestra área de conocimiento, participando en grupos multidisciplinarios y transdisciplinarios y aprendiendo a aprender nuevas cosas e incluso a desaprender. Sólo así se explica que como sociedad hayamos sido capaces de obtener vacunas en tan poco tiempo ante la gravedad de la situación por la pandemia.

Las Universidades tenemos que replantearnos el rol que desempeñamos en la sociedad del conocimiento. Michael Gibbons plantea que nuestras instituciones de educación superior se tienen que reinventar hacia nuevos modelos de flexibilidad nunca antes vistos, que no departamentalicen el conocimiento, y para ello es necesario pasar de una producción de conocimiento basada en las disciplinas a una multidisciplinaria; de estructuras uniformes a diversas; de organizaciones jerárquicas a control mixto; y de control de calidad arbitrado a un control de calidad de base amplia, en donde la rendición de cuentas de las universidades no sólo sea al gobierno por los recursos que reciben, sino a la sociedad a través de mejores esquemas de vinculación para coordinar y administrar proyectos conjuntos en donde la sociedad establezca necesidades, el gobierno asigne recursos y la academia busque soluciones a los problemas.

Hoy mas que nunca necesitamos de una generación y aplicación de conocimientos por parte de las Universidades, que permita soluciones a problemas complejos como las pandemias, las guerras y el calentamiento global para seguir mejorando la calidad de vida y sacar de la pobreza y la desigualdad económica a millones de personas en México y el mundo. Sólo aquellos países y regiones que apuesten a la educación superior, a la ciencia y la tecnología, serán capaces de construir ecosistemas de innovación que logren cumplir con las metas del desarrollo económico con paz y justicia social.

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