Arte y turismo fronterizo
El norte mexicano ha sido uno de los espacios geográficos y culturales al que los investigadores se han acercado con mayor número de prejuicios y distorsiones.
El norte mexicano ha sido uno de los espacios geográficos y culturales al que los investigadores se han acercado con mayor número de prejuicios y distorsiones. El norte, desde esta visión estereotipada, sólo son las figuras del pocho y de Piporro, el narco y sus corridos, la migración y el cruce fronterizo. No una cultura: un lugar de paso. No manifestaciones artísticas de peso sino una comunidad de trabajo y nada más. El norte, según José Vasconcelos, es una cultura de elementos básicos, ubicada en un desierto en términos de manifestaciones artísticas y culturales. De tales prejuicios centralistas, de tal óptica clasista y clásica, surgió la afirmación de que el norte es inculto y bárbaro, tierra sin ley y sin arte; que fronterizo es, en el imaginario nacional, un sitio sin cultura, un simple trampolín hacia el paraíso de los dólares y la diversión garantizada que son los Estados Unidos de América.
Pero Vasconcelos y compañía perdieron de vista que esta singularidad fronteriza, esta zona donde la cultura latinoamericana y la anglosajona se enfrentan y se entremezclan negociando su porvenir en común acuerdo, sirve como un excelente punto de partida para observar a una sociedad que es un microcosmos de México en la edad de la globalización, una serie de urbes históricamente formadas por nativos de todos los rumbos de nuestra nación y por representantes de países como Estados Unidos, China, India, Japón, Corea, España, Israel, Rusia o Italia, entre muchos otros, es ejemplo de un conglomerado multicultural que ha logrado sortear los cambios políticos, sociales y culturales de estos tiempos sin perder su capacidad de renovación, su destreza para sobrevivir en un medio tan hostil como es el desierto.
Veamos una época como la de los casinos, la de la ley seca, que estuvo vigente desde 1919 hasta 1933, y del impacto que tuvo en las artes plásticas de nuestra entidad a la hora de poblar los muros de hoteles, casinos y cantinas. En un momento en que el arte mexicano comenzaba a establecer la escuela nacionalista del muralismo en los edificios públicos de la ciudad de México y el centro del país, en Baja California se hacía un arte público para los turistas extranjeros, un arte que trataba de vender a México como un lugar de placeres, encantador, bonito, sin violencias, para atraer a los estadounidenses a consumir los gozos que estaban prohibidos en su propio país. Eso produjo un arte comercial, hecho para agradar y no para estremecer conciencias, un arte que pintaba a un México de charros y mujeres campiranas, sin conflictos sociales o políticos, mientras en otras partes de nuestro país ya se pintaba la cruda realidad de nuestra historia, las violencias colectivas, los furores de un pueblo en armas para conquistar su libertad. De tal forma que, con respecto a la pintura mural en Baja California, lo que prevalece en la primera mitad del siglo XX, impulsa un arte decorativo, publicitario, donde México y los mexicanos aparecen salidos de una película de Hollywood con Rodolfo Valentino como el latin lover por excelencia.
El factor fronterizo y la ley seca, junto con los conflictos armados que ponen en guerra civil a nuestro país de 1910 a 1929, llevan a que las artes en general (música, teatro, artes plásticas) lleguen provenientes de los Estados Unidos. Así, podemos ver el trabajo gráfico de G. B. Lindsley, un dibujante estadounidense afincado en California, que es comisionado por el periódico mexicalense La Vanguardia, para ilustrar el número especial del 16 de junio de 1918, número dedicado a describir la situación política, económica y social del Distrito Norte de la Baja California bajo el mando del coronel Esteban Cantú. Entre otros dibujos, Lindsley dibuja el puerto de San Felipe y hace un retrato de las autoridades en turno.
No sólo la prensa bajacaliforniana se beneficiaba con el apoyo de artistas residentes o nativos de los Estados Unidos. La ley seca impactó también en las agencias de publicidad a ambos lados de la línea internacional y los centros nocturnos (casinos, hoteles, cantinas) dieron a conocer los placeres y maravillas south of the border a la sociedad americana. Los ejemplos abundan: desde los carteles en inglés anunciando la cerveza Mexicali hasta la publicidad de que Baja California era el sitio idóneo para cazar y pescar a su antojo. La frontera bajacaliforniana como espacio de permisividades que se ofrecían a precio de dólar, como invitación a toda clase de gozos.
*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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