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Adolfo Soto: documentalista bajacaliforniano

En estos últimos tiempos, tan salpicados por la violencia que brota en lugares inesperados, en sitios extraños o conocidos por igual, cada semana la prensa local nos ofrece algún caso criminal, algún accidente o misterio macabro, nuestro entorno fronterizo se ha vuelto una enorme interrogante que muchas artes y ciencias, desde la literatura hasta los estudios culturales, han intentado responder con sus propias metodologías en uso.

En estos últimos tiempos, tan salpicados por la violencia que brota en lugares inesperados, en sitios extraños o conocidos por igual, cada semana la prensa local nos ofrece algún caso criminal, algún accidente o misterio macabro, nuestro entorno fronterizo se ha vuelto una enorme interrogante que muchas artes y ciencias, desde la literatura hasta los estudios culturales, han intentado responder con sus propias metodologías en uso. Una creación que une ambas vertientes, la artística y la académica, se da en el cine documental que se lleva a cabo en Baja California desde hace varias décadas. Entre los participantes de esta forma de documentar, visualmente, nuestra realidad por demás candente, compleja y contradictoria, se encuentran su fundador en la entidad, Sergio Ortiz, y uno de sus más destacados discípulos, Adolfo Soto Curiel (Mexicali, 1967).

En el caso de Adolfo Soto, que es uno de los mejores alumnos de la primera generación que trabajó, hombro con hombro, con Sergio Ortiz, su maestro, podemos descubrir un camino cercano y, a la vez, una visión nueva de cómo acercarse a la realidad y de la forma precisa de captarla en sus momentos más significativos. Con el mismo rigor estilístico de Ortiz, el trabajo visual de Soto adquiere aspectos novedosos, que su maestro no ha intentado. Para empezar, el humor, la sorpresa, el azar maravilloso, lo fortuito, lo esencialmente bajacaliforniano en actitudes y posturas, en formas de ser y pensar, se trasluce en muchos de sus obras. Hay en Adolfo Soto un acercamiento al mundo fronterizo no como un explorador científico sino como un participante activo del mismo. Se ve a la frontera no como un objeto de estudio sino como una fiesta por compartir sin perder de vista la realidad como un todo a explorar. Su frontera es siempre frontera interior, acto de reconocimiento propio, vida colectiva con firma personal.

En los primeros documentales de Soto, los que hizo con Juan Carlos López, aquellos que tienen que ver con el documento antropológico de los indígenas bajacalifornianos, todavía hay una distancia entre la cámara y lo que sucede frente a ella, una forma de no querer contaminar lo que los nativos bajacalifornianos quieren decir o hacer. Pero en los documentales sobre el estilo de vida de los mexicalenses, de los cachanillas, los que Soto trabajó junto a Hugo Méndez, podemos ver un documentalista ya desinhibido, capaz de jugar con la cámara y de capturar la realidad desde adentro. Uno que puede darse el lujo de aceptar que el documental es un diálogo fructífero donde entrometerse con la vida es entenderla mejor y, por ende, así puede llegar a un público mayor que el de los etnógrafos o antropólogos sociales. Por eso el propio Adolfo Soto señala que la tarea de "todo el cine documental es hacer visibles historias que siempre son invisibles".

Ya en una retrospectiva del video bajacaliforniano realizada en el Centro de Estudios Culturales-Museo UABC en Mexicali, en noviembre de 2004, Adolfo Soto dio la clave de su trabajo: “hacer las cosas por uno mismo a la vez que conjuntar un equipo de profesionales”. El resultado de más de 20 años de trabajo llevó a Adolfo Soto a concluir que: “Hace falta este tipo de encuentros para seguir conociendo nuevos trabajos y así darnos cuenta qué es lo que más producimos en videos bajacalifornianos, más que decir, los tecatos, los tijuanos, los de Mexicali; tratar de hacer un movimiento para conocernos todos y empezar a sacar mejores obras”.

Se podría decir que el salto creativo de Adolfo Soto va de una postura científica a una actitud posmoderna, donde el documentalista es testigo y protagonista al mismo tiempo. Pero esta evolución visual no se queda ahí. Podemos ver un trabajo más reciente donde Soto participa, como es el documental Pie de página, producido por Adolfo desde la Facultad de Ciencias Humanas de la UABC y dirigido por Paola Ovalle y Alfonso Díaz (Instituto de Investigaciones Culturales-Museo UABC), trabajo que fuera seleccionado para presentarse en el Festival Internacional de cine en el desierto 2014. Obra que explora la violencia del México contemporáneo a través del examen de sus sitios emblemáticos y de sus recintos de horror. Aquí la mirada cierta, dura, sin concesiones, nos ofrece la posibilidad de entender las distintas aristas creativas de un documentalista excepcional. Estamos, pues, ante la visión de una documentalista que no pierde de vista su propia área de creación, su propio espacio de investigación como punto de partida de sus trabajos.

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