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El Imparcial / Hermosillo / Rarámuris

Rarámuris buscan sobrevivir en Sonora

Cuando el Sol ilumina la ciudad, un camellón se convierte en la zona de descanso de la familia González; y aunque los automóviles lo rodean a gran velocidad, diez niños permanecen sentados entre el círculo que forman sus madres para protegerlos.

No hay peligro porque ninguno se levanta, señalan cuatro mujeres de origen tarahumara, que debido a las carencias en la Sierra Madre Occidental, en el territorio que atraviesa Chihuahua, tomaron a sus hijos y se trasladaron a Sonora.

Yolanda González, de 42 años de edad, es la matriarca de una numerosa familia compuesta por once hijos, relata, pero con ella sólo viajan cuatro: Un hombre, una mujer y dos niñas pequeñas; también dos nueras y sus nietos.

Las rarámuris, como se identifican así mismos, salieron hace tres meses de Chihuahua rumbo a un destino incierto. A pesar de que no tienen mucho qué perder allá, pues viven de lo poco que les brinda la gente, tienen pensado volver en Semana Santa, narran.

"Aquí nos ayudan un poco más, con lo que nos dan compramos comida para comer dos veces al día, también juntamos para ropa de los niños, lo bueno que unos todavía maman", dice Cristina, de 22 años, mientras amamanta a la más pequeña de sus hijas, Rosalinda.

Aunque en sus ojos se refleja temor y sus cuerpos se encojen cada vez que un extraño se les acerca, las madres de familia aceptan los alimentos, agua, bebidas azucaradas y productos de higiene personal que los hermosillenses les regalan.

"Hace tres meses nos vinimos de la Sierra, allá se roban a la gente, a los hombres, pero nosotros nos cuidamos bien. Estuvimos en Nogales un mes, pero nos vinimos hace tres días a Hermosillo para conocer, nomás estaremos una semana y nos regresaremos (a la ciudad fronteriza)", cuenta Cristina.

También precisa que volverán a su tierra en Semana Santa tal como llegaron a este Estado; con el dinero que les proporciona la gente, transeúnte o automovilista, les alcanza para comprar sus boletos de autobús.

"Juntamos poco a poco, aquí nos ayudan más que en otros lugares, pero nomás estaremos hasta el miércoles, más o menos, tenemos que devolvernos, porque aquí lo sacan a uno de los albergues.

"Hemos estado durmiendo en un albergue del Centro, pero a las cinco de la mañana nos echan para afuera y los niños sienten mucho frío, en la mañana (de ayer) estaban muy helados, por eso nos vinimos para acá y rentamos una casa", explica en tono optimista.

Fueron 500 pesos los que un taxista les cobró para trasladarlas junto a sus diez niños, hasta el sector Norte de Hermosillo, platica de manera tranquila; ahí, una persona les "hizo el favor" de rentarles una casa por 800 pesos la semana.

"En Chihuahua hace mucho frío, por eso nos agrada el calor, y estando en la casa esa ya no vamos a pasar frío, ni nos tendremos que salir a las cinco de la mañana", añade contenta, mientras las personas que acuden a ayudarles reprueban los cobros.

Lorena González, de 25 años, hija de Yolanda, también viaja acompañada de sus niños; el más pequeño apenas tiene una semana de edad, nació en Nogales y todavía no está registrado, precisa.

Sin embargo, no denota preocupación alguna por ese hecho, mejor se concentra en repartir un pollo asado que les regalaron, entre los niños que a las 14:30 horas apenas consumirían el primer alimento del día.

De igual forma, Martha, una joven con ocho meses de embarazo, se acerca a probar un bocado; voltea a un lado y al otro, no habla, sólo sonríe, contenta porque al fin le dará un alimento al bebé que crece dentro de ella.

Por su parte, los diez niños se abalanzan para tomar lo que los hermosillenses les llevan y se vuelven a sentar sobre el camellón, entre los cuerpos de sus madres que los protegen.

Mientras comen, su inocencia les permite reírse de sí mismos, de la comida que está deglutiendo, del pedazo de suela que Yolanda utiliza como huarache y de la ráfaga de viento que dejan los carros al pasar a gran velocidad a un costado de ellos.

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