Sufriendo en medio de todo esto
<span style="font-style:normal"><span style="font-variant-ligatures:normal"><span style="font-variant-caps:normal"><span style="font-weight:400"><span style="letter-spacing:normal"><span style="orphans:2"><span style="text-transform:none"><span style="white-space:normal"><span style="widows:2"><span style="word-spacing:0px"><span style="text-decoration-style:initial"><span style="text-decoration-color:initial">Después de seis meses de que el mundo entero sufre los estragos de este diminuto bicho, este virus aún sin tratamiento específico efectivo ni vacuna disponible...</span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span>
Después de seis meses de que el mundo entero sufre los estragos de este diminuto bicho, con 9 millones de personas infectadas y medio millón de vidas perdidas por este virus aún sin tratamiento específico efectivo ni vacuna disponible. Y por si todo esto no fuera suficiente, quién sabrá cuántos millones de familias perjudicadas en su economía, en muchas de ellas en lo más elemental para subsistir. Además, un súbito cambio en el estilo de vida y costumbres que más que para combatir el daño ha surgido a la defensiva para la prevención de mayor daño. Las afecciones afectivas como el miedo, temores fundados e infundados, tristeza y frustraciones son imposibles de contabilizar. No está por demás mencionar que muchos sistemas de Gobierno se han puesto a prueba por sus estrategias adoptadas para proteger a sus pueblos, en no pocas ocasiones con fracasos ya palpables y con pronósticos de inestabilidad social que no abonará nada bueno a un clima de malestar. Cada persona contemplará todo esto a su manera. Unos reflexionarán desde la perspectiva de la mala suerte y otros verán todo esto como un estado de cosas que habrá que no sólo enfrentar con determinación sino, mejor aún, aprovechar. Sea como sea es muy poco probable que haya alguien que pasando por todo esto no haya reflexionado preguntándose un por qué, y por qué “precisamente en esta época que me tocó vivir a mí”. Otros, en cambio, se cuestionarán con menos sorpresa “y por qué mi época habría de estar libre de calamidades que multitudes de hombres y mujeres de otras épocas sí sufrieron por igual o aún peor”, algo así como “de qué privilegio gozamos nosotros -los de ahora- que otros antes no gozaron”. Pensar de esta última manera me parece que no está mal, y no es una forma de confundirse entre las muchedumbres del pasado sino más bien es una manera de saberse igual que los que ya han pasado por aquí, algo así como una especie de “humildad de generación”. Este razonamiento nos ubica primero en un ambiente de sencillez y de igualdad y de sentirnos unidos no sólo a nuestros antepasados sino a los demás que coexisten con nosotros en este momento. Así confirmaremos que “ni somos los primeros ni estamos solos”. No es que “mal de muchos…” sino que es ver la realidad sin engaños. El miedo es inevitable, quizás, pero es también razonable y normal. Más profundo sin embargo es reflexionar en un “por qué”, y mejor aún en un “para qué”, algo así como preguntarse qué sentido tiene todo esto. Si no tengo fe en que la persona humana es un ser trascendente pues basta con que me pregunte todo esto, pero no me preocupe por encontrar una respuesta. Si tengo fe en que el hombre es un ser trascendente, distinguido por su dignidad entre los demás seres de la Creación, pues la cosa cambia porque nada de esto es inútil, nada de esto es un sinsentido: Ni el dolor ni la enfermedad ni la carestía ni el sufrimiento ni la misma muerte son un sinsentido. Está claro que es nuestro deber es alejar el dolor, la enfermedad, el sufrimiento y la misma muerte, pero el dolor, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte llegarán, inevitablemente. ¿Son, entonces, un sinsentido? Pues no; de serlo, la vida misma y el placer serían un sinsentido. El mismo Cristo sufrió. El dolor puede y debe aprovecharse; además es actitud inteligente aceptar y sobretodo aprovechar lo que es inevitable. Cada quien podrá encontrar sentido a sus sufrimientos, a sus enfermedades, a sus duelos, a sus carencias. No es conformismo -repito- y mucho menos masoquismo: Es simplemente una actitud inteligente, exclusiva de nosotros, los seres humanos.
Médico cardiólogo por la UNAM.
Maestría en Bioética.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí