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Pasaron de largo

“Simplemente hay dos tipos de personas: Las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso", escribe el Papa en Fratelli tutti.

Un día como cualquier otro pasaron dos notables personajes caminando por una vereda (uno primero, el otro un rato después) y vieron tirado al lado del camino a un desconocido que había sido asaltado y fuertemente golpeado por unos criminales.

Los caminantes tendrían algún asunto que atender, por lo que no se detuvieron frente al herido sino que pasaron de largo. A lo mejor pensaron que ya pasaría otro que lo ayudaría, pero ellos tenían cosas más importantes que hacer.

Al rato pasó por la vereda otro caminante, persona común y corriente, sin relevancia pública, que se detuvo y miró con atención al golpeado, conversó con él y, a pesar de que también tendría cosas que hacer (como todos) lo cargó y lo llevó a un asilo para que allí lo atendieran, no sin antes dejar unos billetes al encargado para cubrir gastos.

Es el relato del buen samaritano que aprovecha el papa Francisco para el segundo capítulo de su nueva encíclica “Fratelli tutti” (hermanos todos). Como lo hicimos en nuestra columna de hace catorce días, en esta ocasión también comentaremos algunas frases de esa sección del documento.

Francisco anota, refiriéndose al tercer caminante, un samaritano bueno: “Sobre todo, le dio algo que en este mundo ansioso retaceamos (regateamos) tanto: Le dio su tiempo. Seguramente él tenía sus planes para aprovechar aquel día según sus necesidades, compromisos o deseos. Pero fue capaz de dejar todo a un lado ante el herido, y sin conocerlo lo consideró digno de dedicarle su tiempo”.

Unos párrafos más adelante dice el Papa: “Además, como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor”.

A poco no es verdad que si algo nos cuesta dar es precisamente nuestro tiempo, y a veces tanto, que preferimos dar unas monedas o un billete que dar nuestro tiempo. El ritmo actual de la actividad personal es tan acelerado y repleto de cosas, que no tenemos tiempo para nadie pero, eso sí, para asistir a compromisos que nos acarrean algún gusto o beneficio personal sí que tenemos tiempo, y hasta de sobra.

Es buena ocasión para reflexionar por qué para el desconocido o para el “irrelevante” nunca tenemos tiempo.(Algunos pensamos que actuar como lo hizo el tercer caminante no resuelve los graves problemas sociales; la encíclica trata esto en capítulos siguientes que en una próxima columna reflexionaremos).

Francisco escribe :“Simplemente hay dos tipos de personas: Las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso.

Y añade: “En la sociedad globalizada, existe un estilo elegante de mirar para otro lado que se practica recurrentemente: Bajo el ropaje de lo políticamente correcto o las modas ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo…”.

Son muchas las personas -mexicanos, sonorenses, por ejemplo- que sufren mucho ya sea por estar enfermos, empobrecidos, ignorados o rechazados, etcétera, y si bien no se debe soslayar la irresponsabilidad de los gobiernos en este tema, tampoco se ha de ocultar la omisión de tantos ciudadanos comunes que se la pasan bien, sanos, prósperos, bien comidos, bien cobijados en invierno y bien refrigerados en verano que ni siquiera volteamos a verlos y pasamos de largo.

Esto es tan común que nos hemos acostumbrado a ni siquiera dar cuenta, pero no por eso deja de ser muy grave.

El mensaje del citado documento papal -que impreso cuesta 40 pesos y ni un centavo en medios electrónicos- es útil para todos y cada uno de los ciudadanos de cualquier lugar, de cualquier credo, y tan válido hoy como hace dos mil años.

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