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El pesebre

Y un pesebre no es otra cosa que el lugar donde se coloca el alimento para que coman los animales, ordinariamente en un establo.

Hace 800 años Giovanni di Pietro Bernardone, luego conocido como Francisco de Asís y dos años después de su muerte -apenas a sus 44 años- aclamado como san Francisco de Asís se propuso, durante un viaje por algunas regiones de Italia, al pasar unos cuantos días antes de la Navidad por la población de Greccio, encomendar a un lugareño la organización de una recreación del nacimiento del Niño Jesús. Justo el día 25 de ese mismo mes (diciembre) la tarea encomendada estuvo lista y fue presenciada por Francisco y grupos de personas que acudieron a aquel sitio quedando maravillados y cautivados por aquella muestra viva. A partir de aquel encuentro poco a poco se fue difundiendo la costumbre de representar de manera plástica la escena del Nacimiento que hasta nuestros días no ha hecho sino crecer y expandirse a todas las regiones del mundo de tal manera que, sin duda alguna, es la muestra de arte visual, -concretamente plástica- más reproducida de la historia y en más versiones que cualquier otra. El Nacimiento, pesebre o belén -como se le conoce- cuenta con millones de reproducciones de las más variadas modalidades: Figuras volumétricas, diminutas o de gran tamaño como ocurre con los adornos que decoran plazas y calles de muchas ciudades, también representado por juegos de luces, la mayor de las veces figuras estáticas pero otras veces en movimiento a partir de tecnologías electromotrices y también a partir de otras tecnologías más evolucionadas como las de animación digital, silenciosas o sincronizadas con efectos sonoros, etcétera. Otras veces se trata de pinturas en murales o cuadros medianos y pequeños, con rostros de todas las razas humanas desde las blancas a las de color oscuro pasando por todo el espectro posible de rasgos. Las reproducciones se encuentran tanto al aire libre en las grandes ciudades como en innumerables hogares de los cinco continentes, así como en escuelas, hospitales, iglesias, edificios públicos, etcétera. Aquel anhelo de san Francisco de Asís de ver en escena viva una representación de la gruta de Belén con el Niño recién nacido, la Virgen, san José y los pastores -y con frecuencia los tres reyes magos- ha provocado la creatividad de numerosos trabajadores manuales, domésticos e industriales, por lo que ha logrado reproducirse como ninguna otra obra plástica en la historia del arte, y ha sido así, más que por algún rasgo técnico, por el mensaje que contiene y transmite esa escena, que es precisamente el de no haber encontrado aquella pareja posada en ningún mesón teniendo que disponer de un pesebre como primer lecho donde colocar al Recién Nacido. Y un pesebre no es otra cosa que el lugar donde se coloca el alimento para que coman los animales, ordinariamente en un establo. Así fue el primer hogar de la Sagrada Familia; precisamente en aquellas condiciones de carencia y de pobreza. Y esto no es una casualidad; está claro que la escena de cada Nacimiento se impone no tanto por sus logros artísticos sino por el contenido mismo de la escena. El papa Francisco firmó hace tres semanas -el primero de diciembre- un breve documento a manera de Carta Apostólica bajo el título de “Admirabile signum” (“hermoso signo”) precisamente en referencia al pesebre y cuyas primeras palabras son “El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración”. Muy buena recomendación es la de que, cuando admiremos un Nacimiento (un belén o pesebre), aparte de valorar sus características físicas y artísticas, reflexionemos sobre su contenido y su mensaje con aquellos ojos y motivos que el joven Bernardone y los lugareños de Greccio lo hicieron aquel 25 de diciembre hace ya 800 años.

 

Médico cardiólogo por la UNAM.

Maestría en Bioética.

jesus.canale@gmail.com 

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