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Cuidado con los mal pensados

El último año he batallado mucho con algunos mal pensados.

El último año he batallado mucho con algunos mal pensados. Son personas independientes, inteligentes, conectadas y con información (y eso los convierte en una micro minoría) y aunque tenemos opiniones políticas distintas, tienen mi curiosidad. Desde enero del 2019 se me acercaron para decirme: “El Presidente no tiene ideas sólidas para la seguridad, está rodeado de neófitos que a todo le dicen que sí, que a su vez ponen a gente más incapaz que ellos para supervisar los esfuerzos federales en esa materia y ello generará un gran fracaso este 2019”. Agregaron: “El Presidente vive en el pasado; su estilo de gobernar parece emular a López Portillo y Echeverría. Añora el PRI de antes, en ese que se formó políticamente. Incluso, entiende nuestra realidad a través del prisma del pasado… por eso, cuando el mundo avanza hacia la eficiencia tecnológica y energías renovables, él quiere meterle todas las canicas a Pemex”. Ya será conclusión de cada quien (según qué tan informado esté) darle o no la razón a esos comentarios.

Sin embargo, esas voces mal pensadas me han dicho algo que desde el principio me preocupó: “El Presidente, por su desconocimiento de la dinámica real del crimen organizado, por estar rodeado de serviles que no lo cuestionan y por añorar el pasado, cree que la llave de la paz nacional descansa en llevar al País a las condiciones de los setenta y ochenta, donde el Estado mexicano regenteó a los miembros del crimen organizado: Desde los bandoleros que exportaban mariguana y amapola, hasta a los miembros de la Dirección Federal de Seguridad. Cree en aquella “paz y serenidad” (hoy completamente inviable) y por eso quiere pactar con el crimen organizado. Abrazos, no balazos. Se aprovecha de que el pueblo no lee, no sabe ni entiende, no le cree a los opinadores vendidos de siempre -aunque ahora digan la verdad- y la oposición tiene mayoritariamente pura fauna desacreditada entre sus filas”.

Antier, esas malditas voces mal pensadas me mandaron un WhatsApp diciendo: “Jesús, ¿qué tal la magistral clase de distracción de esta semana? La medianía de medios, periodistas y opinadores hablando de la rifa de lo que no se va a vender ni se va a rifar, mientras que en Culiacán, los verdaderos jefes, muertos de la risa acordonan el Centro de esa Ciudad para demostrar quién manda y quién obedece. Dicen que Ovidio comulgó feliz feliz feliz”. Acto seguido, me mandan unas 50 fotos y videos del evento publicitado en tiempo real (sacadas de Facebook, Twitter e Instagram) y dicen: “Pero cuando le preguntaron sobre esto al hombre más poderoso e informado de México, sólo supo decir que no sabía nada al respecto”. Ya con vuelito, me mandaron las siguientes cifras la Sedena (corroboradas por mí): “En el primer año de este Gobierno disminuyó 60% el decomiso de heroína, 64% de metanfetaminas y 35% de mariguana, lo anterior pese a que las autoridades reportaron un incremento de más de 20% en incidencia del narcomenudeo en México, comparado con el último año de Peña. Y ni qué decir del aumento de muertos, significando rienda suelta para los malos”.

Mal pensados: Les pido que se serenen, que tengan paciencia pues este es “el año en que se fijaron las bases del cambio”. Y a mis amigos de la 4T, que quizá no tienen muchas ideas pero sí mucho corazón, los invito a la introspección, a la revisión y a la reflexión. Aplaudir lo que no entienden no lleva a nada. Busquen a la crítica constructiva, no le teman, pues aprenderán de ella. Como públicamente nos lo dijo Monreal hace dos semanas en Puebla: El Presidente tiene la visión pero no tiene equipo para materializarla. No lo dejen solo. La autocrítica fortalece, el palerismo destruye. 

Yo creo en el Presidente, por eso le ayudé y voté por él. Creo en la visión de redimir al País, de rescatarlo del profundo agujero. Creo que sí deben de ser primero los pobres, pero no como parásitos electorales ni como clientes cautivos por becas que no les generarán ninguna capacidad emancipadora. Creo que si este País no encuentra regeneración social y progreso, vamos a perder el tren de la oportunidad… ese que tardará un par de generaciones en regresar a nuestra estación. Pero lo peor: Creo que si el discurso de la esperanza y de la justicia no cuaja en el terreno de la realidad, el 2024 será el campo perfecto para la oligarquía y para un fascismo que prometa (por nuestra ignorancia) soluciones fáciles a problemas difíciles y sobre todo, una mano dura. Por eso es que me inquietan esas voces, que si bien hoy sólo se mueven entre las élites profesionales y económicas del País, tienen la habilidad para permear también en otros sectores de la sociedad y hacer, poco a poco, que la gente dude en esa idea de Nación que debemos buscar y proteger.

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