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Covid y sus amenazas

Pasaron varios sexenios en los que se descuidó la estructura de servicios de salud, y se dejó de apoyar con un mínimo de eficacia a los sistemas de atención sanitaria de carácter social.

El anuncio del Gobierno federal de que se extenderá la cuarentena en muchas oficinas gubernamentales hasta el 4 de enero de 2021, parece una precaución necesaria por más que muchos la consideren excesiva.

Si la epidemia parece haber tenido rebrotes importantes en Estados Unidos, España y otros países europeos con la entrada del otoño, mas vale ponerse el zapato antes de espinarse, deben haber pensado los expertos. Y es razonable ser precavidos.

Pero conviene poner en perspectiva la epidemia para aprender a manejar algo que, parece, permanecerá con nosotros por un tiempo más bien largo. Es verdad que las cifras de fallecidos rebasan ya los 82 mil, pero resulta falso afirmar que tenemos más muertos que la mayoría de los países. Por supuesto que una defunción es lamentable, y hemos tenido muchas, al grado que todos tenemos algún pariente, amigo o conocido que no sobrevivió la enfermedad.

El total de muertes por Covid en México es mayor que muchos otros países, pero la simple comparación no es válida: Tenemos mas muertos que en España, pero los mexicanos somos más del doble que los españoles.

Aquí andamos en los 126 millones mientras que en la Madre Patria apenas llegan a 47 millones; sin embargo, allá acumularon 69.7 muertes por cada 100 mil habitantes mientras que nosotros hemos tenido 65.3, una proporción menor, lo cual no es para celebrar, pero ayuda a poner en perspectiva la desgracia común.

Somos el décimo país en número de habitantes, y el octavo en muertes por Covid. De acuerdo con datos de la Universidad John Hopkins y el Banco Mundial, es Perú quien lleva el triste primer lugar en muertes: 102.9 por 100,000 habitantes.

Y le siguen Bélgica con 88.3, Bolivia (71.8), Brasil (70.4), Chile (69.9), España (69.7), Ecuador (68.5) y México en octavo lugar con 65.3; luego siguen Estados Unidos (64.7), Reino Unido (64), Italia (59.6) y otras entidades con menor afectación.

De todos los países que nos anteceden, sólo Brasil tiene más habitantes: 211 millones; eso apunta que la epidemia ha sido más mortífera en las otras naciones que en la nuestra, pero no es consuelo aunque sí permite una reflexión más razonada.

Y si nos comparamos con el vecino del Norte, que tiene tres veces más población, son según ellos la economía mas poderosa del mundo, y presumen de ser los mandamases globales, pues estamos técnicamente empatados con ellos: 0.6 de diferencia a su favor.

Pero en la confrontación con nuestros vecinos, más pequeños, menos desarrollados y con problemas similares, vemos que en Guatemala tienen alrededor de 20 fallecidos por cada 100 mil habitantes; Cuba, por su parte no ajusta 2... Pero ahí tienen uno de los sistemas de salud más eficientes del mundo.

Cualquier explicación de nuestra tasa de letalidad, que en realidad no se aparta del promedio esperado para la pandemia global pues es menor del 10%, tiene que tomar en cuenta la ingente porción de la población que padece enfermedades propias de país desarrollado, sin serlo: Obesidad, hipertensión, diabetes y otras por el estilo, producto de la transformación de la manera de vivir, la adopción de esquemas urbanos y abandono de lo rural, cambios en la dieta con una ingesta cada vez más orientada a consumir productos industrializados y comida rápida, y una reducción significativa del ejercicio físico, que han conspirado para hacer de un segmento amplio de los mexicanos susceptible a estas morbilidades, y posibles víctimas de un virus oportunista y eficaz.

Tampoco se puede dejar de lado que pasaron varios sexenios en los que se descuidó la estructura de servicios de salud, y se dejó de apoyar con un mínimo de eficacia a los sistemas de atención sanitaria de carácter social, lo que incrementó el riesgo comunitario ante una amenaza como la epidemia que nos ocupa y preocupa.

En esta tesitura nos encontró el Covid: Entenderla y entendernos resulta fundamental para reaccionar con sensatez y entereza, y sin paranoias.

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