Voz del Papa
Nuestros pobres son grandes personas, son personas muy queribles, no necesitan nuestra lástima y simpatía, necesitan nuestro amor comprensivo.
1) PARA SABER
Los pobres no son un problema que resolver, sino hermanos y hermanas que acoger, afirma el papa León XIV en su Exhortación Apostólica “Te he amado” (DiIexi te).
En ella hace un breve recorrido histórico, desde los Apóstoles que se preocupaban por los pobres hasta nuestros días con el papa Francisco quien se preocupó por los necesitados especialmente los migrantes. Recuerda el papa León los abundantes testimonios en la Iglesia a lo largo de los casi dos mil años de historia por ayudar al desfavorecido.
Santa Teresa de Calcuta se convirtió en un icono universal de la caridad hasta el extremo en favor de los más indigentes decía: «Queremos proclamar la buena nueva a los pobres de que Dios les ama, de que nosotros les amamos, de que ellos son alguien para nosotros, de que ellos también han sido creados por la misma mano amorosa de Dios, para amar y ser amados.
Nuestros pobres son grandes personas, son personas muy queribles, no necesitan nuestra lástima y simpatía, necesitan nuestro amor comprensivo.
Necesitan nuestro respeto, necesitan que les tratemos con dignidad».
2) PARA PENSAR
En el inicio del cristianismo los Apóstoles escogieron a siete hombres, los primeros diáconos, instituyéndolos para el servicio de los más pobres (cf. Hch 6,1-5).
Es significativo que uno de ellos, San Esteban, fuera el primer discípulo en dar testimonio de su fe en Cristo con el derramamiento de su propia sangre.
El Papa recuerda que después de dos siglos San Esteban, otro diácono, manifestó su adhesión a Jesucristo uniendo en su vida el servicio a los pobres y el martirio: Fue San Lorenzo.
Relata que siendo Lorenzo, diácono en Roma durante el pontificado del papa SixDilexit Te (5)to II, fue obligado por las autoridades romanas a entregar los tesoros de la Iglesia.
Al día siguiente trajo consigo a los pobres. Cuando le preguntaron dónde estaban los tesoros que había prometido, Lorenzo, mostrando a los pobres, les dijo: “Estos son los tesoros de la Iglesia”.
3) PARA VIVIR
La tradición cristiana de visitar a los enfermos, de lavar sus heridas, de consolar a los afligidos no se reduce a una mera obra de filantropía, sino que es una acción en la que los miembros de la Iglesia «tocan la carne sufriente de Cristo», reconocen en los pobres y en los que sufren la imagen de Cristo que fue pobre y paciente, decía el papa Francisco.
Recuerda el papa León que la acogida de los pobres y los peregrinos ocupaba un lugar de honor para San Benito.
Los monasterios benedictinos fueron, durante siglos, lugares de refugio para viudas, niños abandonados, peregrinos y mendigos.
Hoy en día la hospitalidad monástica benedictina permanece como signo de la Iglesia que abre las puertas, queacoge sin preguntar, que cura sin exigir nada a cambio.
Algunos piensan que los monjes se encerraban desentendiéndose del mundo, pero nada más contrario, pues además de sus oraciones por todos, cultivaban la tierra, producían alimentos, preparaban medicinas y los ofrecían, con sencillez, a los más necesitados.
Su trabajo era silencioso pero fue fermento de una nueva civilización. Los monjes mostraban que la pobreza voluntaria, lejos de ser miseria, es camino de libertad y comunión.
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