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Oportunismos

Septentrión

Una de las complejidades del estudio del siglo XIX en nuestro País fue el constante cambio de bando político, intentar comprender aquellas actitudes es algo complejo y da muestra que en política los principios para algunos son algo voluble y cambiante. Los ejemplos son numerosos, con destacadas salvedades como la de Porfirio Díaz (1830- 1915) o Benito Juárez (1806-1872) entre otros.

Sin embargo, al adentrarse en las biografías o estudios de aquel siglo sorprende aquella postura, como uno de tantos ejemplos podría ser el del general Manuel González (1833-1893) quien inicia su trayectoria militar y política apoyando al bando conservador, al tiempo y ante la irrupción de la Guerra de Intervención Francesa, promete sus esfuerzos al bando liberal trabando una fuerte amistad con Porfirio Díaz, quien lo hará Presidente de la República de 1880 a 1884.

Otro ejemplo es el del general Miguel Negrete (1825-1897) varias veces cambió de bando y en una de ellas, al presentarse ante Juárez, para convencerlo de sus leales intenciones acuñó la frase: “Primero tengo Patria que partido”. Aun así, con esta demostración retórica de patriotismo, Negrete vuelve a cambiar, se levantará en armas en dos ocasiones en contra de Juárez, se convertirá en un crítico de Díaz y al final intentará acaudillar un movimiento en oposición al oaxaqueño, acusándolo de traicionar la Constitución.

Ya en siglo XX en pleno periodo revolucionario habrá más ejemplos, uno de ellos será el general Juan Andreu Almazán (1891-1965) maderista de primera hora para después convertirse al huertismo, al caer Victoriano Huerta pasa al zapatismo, previa reconciliación con Emiliano Zapata, y desde ahí combatir al carrancismo, después llegarán los acuerdos de la familia revolucionaria llegando a ser secretario con Pascual Ortiz Rubio además de jefe militar.

Acaricia la idea de conquistar el poder y se transforma de nuevo en opositor, encabeza un movimiento para contender por la Presidencia de la República en contra de Manuel Ávila Camacho, al final, en unas elecciones sangrientas y plagadas de irregularidades e instrumentadas por el Gobierno de Lázaro Cárdenas, es declarado vencedor de la contienda el oficialista Ávila Camacho, con algo más del 90% de los votos. Los partidarios de Almazán, que eran numerosos, esperaban una reacción firme, dispuestos incluso a la insurrección. No fue así. Almazán se retiró a sus negocios y siendo un hombre acaudalado se concentró en sus actividades mercantiles, pasaría el resto de su vida defendiéndose de las acusaciones de traición.

Los cambios de bando u orientación política tienen una muy larga y desafortunada tradición en nuestro País, así llegamos a este siglo y momento, donde se vuelven a aflorar los oportunismos y las conveniencias, con la diferencia que en aquellos lejanos tiempos mexicanos de mudanzas política iba en riesgo la vida, hoy no pasa de un chascarrillo o una caricatura que lo ridiculice.

La gente creó una palabra para describir a estos políticos de congruencia blandengue y nulos principios, les denomina chapulines, no obstante, lejos de establecer analogías con aquel insecto, esta no los describe en su real dimensión ya que en realidad son oportunistas vulgares. El problema a resolver no es la institución que dejan sino a la que llegan, al sentarse todos los aprovechados y esperar las posiciones, prebendas y canonjías. Esto es a fin de cuentas el dilema y ya se encuentran sentados en la mesa esperando, dispuestos a todo. A fin de cuentas, la traición no es gratuita.

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