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Análisis y Acción

Tras la alternancia histórica por la gubernatura, desde hace seis años, por el diferendo del agua entre otras circunstancias, las fuerzas que conducen el Estado de hecho y de derecho se encuentran pulverizadas. Lo anterior, puede provocar que el proceso electoral se judicialice; llevarlo a instancias definitorias meses después del 7 de junio (a ver quien lo aguanta), y estirar más una campaña cargada de piquetes de ojo, golpes bajos y cabezazos. Incongruencia Aunque ayer el Instituto Nacional Electoral (INE) confirmó la no atracción del proceso electoral en Sonora, quedó demostrada la desconfianza tanto del PRI como del PAN de que los comicios serán justos. En ese “ponerse el huarache antes de espinarse” prevalece la incongruencia, ya que ambos partidos votaron la reforma constitucional en materia político-electoral, materializada en Ley y armonizada de manera general por la legislatura local. Las nuevas disposiciones, reglas, criterios y procedimientos están ahora a prueba, tanto para los partidos políticos y sus candidatos como para las autoridades electorales y por supuesto, para los órganos jurisdiccionales y su esquema de medios de impugnación. Circunstancia que debiera ser factor antes de probarla, para dar el beneficio de la duda a su operatividad y eliminar así un motivo más para avivar el fuego. Conteo de daños No pretende este breve artículo precisar hasta donde estamos como ciudadanos, sujetos a que nuestra decisión mayoritaria finalmente sea respetada o no. Sin embargo podemos alertar, por lo que ahora vivimos, la experiencia que nos cuentan sobre las elecciones de 1967, insertada en los eventos más vergonzosos de la historia de Sonora, por su violencia con uso de fuerzas de choque como “La Ola Verde”, aderezada con el conflicto estudiantil y la entrada del Ejército. También, ante la incertidumbre del desenlace poselectoral, los baños de lodo que seguramente faltan. Peor si aún nos falta contar con un frente empresarial fuerte y más independiente, tal como se ve en otros Estados del País, con el suficiente respaldo de autoridades de los tres niveles. Si este interminable zipizape por el poder presagia otras crisis en lo institucional, social, político y económico, que sólo veremos ya que nos caiga encima; no debemos limitarnos al conteo de daños. Resulta oportuno un llamado a la intervención de políticos y líderes de opinión, con capacidad moral aun no dilapidada, siquiera a través de la manera sencilla de emitir su punto de vista. Y plantarla ante los actuales actores públicos y exigirles mayor madurez y responsabilidad ante los ciudadanos. A serenar ánimos y enfriar palabras. A poner la cordura y la civilidad política por encima de apetitos personales y de partido. Sólo así nos puede ir bien a todos los sonorenses y superar la prueba.

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