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Análisis y Acción

Ante el temor de que la ciudadanía desprecie más el ejercicio del voto, esta semana, el presidente Peña Nieto convocó a participar, afirmando que corresponde al Instituto Nacional Electoral y a organismos locales garantizar transparencia en el actual proceso. Cerrando cifras, las últimas elecciones presentan 50% de abstencionismo. De cada dos electores enlistados acude uno a la casilla. Si restamos niños y demás no registrados, entonces asumimos que los elegidos triunfarán con respaldo de una tercera parte de la población. De inicio gubernaturas, alcaldías y legislaturas, se convalidarían por menos del 20% de la población. Remarían contra la corriente, sin respaldo popular. El peso de la desconfianza La estrategia de aniquilamiento del adversario, por encima de programas, propuestas y soluciones, funciona porque se siembra en suelo fértil, gracias a la desconfianza en los políticos y la política. Así, la legitimidad de todo el edificio institucional se pone en cuestión. Stephen M.R. Covey define la confianza como: “Algo que si desaparece, acaba con el Gobierno más poderoso, la empresa con más éxito; el liderazgo más influyente; la amistad más sincera; el carácter más fuerte; y el amor más profundo”. Según el Índice de Confianza en las Instituciones Públicas recientemente divulgado, alrededor del 80% de los encuestados manifestaron que al salir de vacaciones ni al Presidente de la República ni a ningún Gobernador o alcalde les dejarían las llaves de su casa. Por la dinámica de campañas negras en México y en particular en Sonora, como nunca en nuestra historia democrática, todos los candidatos llegarán a la cita electoral con porcentajes muy elevados de descrédito entre la ciudadanía. El quid de la cuestión Con independencia de prácticas equivocadas o delictivas, la capacidad de la política actual y de la clase política para resolver muchos de los problemas que afectan de manera cotidiana a los ciudadanos, ha disminuido de manera importante. Qué bueno que se denuncien irregularidades y se exponga a los corruptos. Pero los electores pedimos a los candidatos nos demuestren sus capacidades para sacar su trabajo adelante; en lugar de patear el bote, como están haciéndolo, por ejemplo, con las medidas de lucha contra la crisis económica y en Sonora con la definición del diferendo por el agua. La parte ciudadana tenemos la obligación de ser participativos en el proceso electoral. Y hacernos presentes en la urna, tras liderazgos que hagan un mayor esfuerzo para encontrar soluciones a los graves problemas que enfrentamos hoy, los ciudadanos de hoy, con los marcos referenciales de hoy. Ahí está el quid de la cuestión. Lo demás, sin dejar de ser importante, pasa a segundo término.

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