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El Miami de Pedro Medina

Una de las cuestiones fundamentales del género policiaco del siglo XXI es que esta narrativa ha tomado carta de naturalización.

Gabriel  Trujillo

Una de las cuestiones fundamentales del género policiaco del siglo XXI es que esta narrativa ha tomado carta de naturalización, en las últimas dos décadas, en todo el mundo. Hoy en día, podemos encontrar, en los estantes de las librerías o en los portales de ventas, un gran número de autores de novela negra que cuentan los claroscuros de su propia sociedad desde el entorno que interpretan mejor porque es el suyo, el que habitan todos los días, el que conocen como la palma de su mano. Y no hablo aquí de las ciudades importantes del planeta: Londres, París, Nueva York o la ciudad de México, sino de aquellos poblados, enormes o pequeños, donde estos narradores establecen sus reales para relatar lo que les interesa, lo que los conmociona, lo que los pone tras la pista de tal o cual crimen, de tal o cual historia poco difundida en los medios actuales.

En buena medida, escribir novela policiaca es, antes que otra cosa, un rendir homenaje a la población donde se vive, a la urbe donde que se ama y se odia, que se padece y disfruta al mismo tiempo. Porque para describir una comunidad en sus entrañas sanguinolentas hay que explorarla en sus espacios más significativos, menos turísticos. Esos que responden al crimen, a la impunidad, a la corrupción galopante. No se busca, en este género tan sensible del orden social, económico y político, sólo mencionar los bajos fondos sin escrutar sus lugares de opulencia, exhibiendo en ambos sus ligazones, sus vínculos ocultos, sus trapitos al sol. Estos relatos son pruebas de que detrás del glamour están los dominios del hampa, que bajo el disfraz de la ostentación se esconde el rostro de la violencia.

Para entender la clase de civilización en que vivimos, el tipo de progreso por el que ahora se apuesta con febril codicia, hay que aceptar, como lo hace el creador de esta literatura, que la ley y la justicia son la ruleta rusa de los desesperados, el brazo armado de los poderosos, de lo intocables. Y en esta narrativa, reconstruir la escena de un crimen es reconstruir el alma vapuleada de una sociedad de mírame y no me toques, es recuperar el espíritu desgarrado de una comunidad que vive en la absoluta orfandad bajo el reino de la codicia predatoria, donde jodidos y triunfadores conviven en un mismo estanque tinto de sangre propia como ajena. Sólo así se puede tener una imagen de cuerpo entero del caso que se investiga, de las redes de complicidad que lo obstaculizan, que lo distorsionan en aras del negocio pujante, de la rápida ganancia. Por eso mismo, para contar la historia de un crimen hay que relatar la ciudad en que éste ocurre, la vida comunitaria que lo hizo posible. De ahí que Bandidos (Sudaquia Editores, 2022) de Pedro Medina León sea tal clase de historia. Su autor nació en Lima, Perú, en 1977, pero es como tantos latinoamericanos de nuestro tiempo un migrante que hoy reside en Miami y que desde 2017 ha publicado novela policiaca bajo la sombrilla de colores del Noir Tropical, como se le ha denominado. Entre sus novelas, que cuentan como su protagonista a El Comanche, un investigador privado de origen cubano, se cuentan Varsovia y Americana, siendo Bandidos, publicada en Nueva York, su tercera aventura con este personaje, cuya vida y oficio detectivesco transcurre en una ciudad eminentemente turística y llena de celebridades como es Miami.

Medina León es un experto en contar los entresijos de Miami, de mostrar a sus personajes idiosincráticos: los viejos que todavía recuerdan Bahía de Cochinos, los migrantes centroamericanos de nuevo cuño, los negocios cerrados por miedo a la migra, la gente que vive cerca de las playas famosas y apenas se para en ellas porque andan tras los dólares para mal vivir. Lo que narra nuestro autor es la existencia de una urbe llena de publicidad alucinante y trabajos mal pagados, de ilegalidades cubiertas con el prestigio de lo crédulo. Bandidos transcurre entre los años ochenta y el presente, entre el escándalo Irán-Contras en plena lucha contra el sandinismo en Nicaragua y la muchedumbre de migrantes venida de todos los gobiernos fallidos al sur de la frontera. Bandidos es una novela nostálgica: sus remembranzas son recuerdos letales. Y por ello estamos ante una novela latinoamericana que sabe jugar sus cartas con eficacia, con astucia. Para escapar del destino y vivir un día más.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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