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Nueva lucha (bis)

La primera semana de septiembre entregué el oficio de denuncia de la contaminación lumínica.

José Roberto  Vázquez

Por el derecho a la libertad de expresión

La primera semana de septiembre entregué el oficio de denuncia de la contaminación lumínica, que los oficiales de la Policía Municipal de Tecate, Alfredo Flores y Julissa Corona, dirigen todas las noches hacia mi terraza. Como lo dije hace tres semanas, en un espacio de menos de diez metros han colocado cinco focos, de los de más energía, que mantienen encendidos desde antes de que oscurezca, hasta que sale el sol, todas las noches. La ubicación de los focos no obedece a cuestiones de inseguridad, con los cuales quieran intimidar a los delincuentes. Para ingresar a su propiedad hay dos puertas metálicas que lo impiden. Los cinco focos dan hacia un techo de lámina del vecino intermedio, y son totalmente inútiles. Un solo foco de esos sería molesto, pero ellos pusieron cinco. ¿Qué buscan? Molestar a mi familia.

Usando la lógica del viejito que aún cree en los Cuentos de Hadas, decidí entregarles, el 3 de septiembre del presente, al Presidente Municipal, a la Síndico Procuradora, al Secretario de Seguridad Pública, a la Comisión Ciudadana de los Derechos Humanos, y a la Fiscalía General del Estado, sin que, hasta la fecha, me hayan contestado que lo recibieron. Como yo soy el preocupado y hostigado, los tres miércoles ciudadanos anteriores los he visitado buscando información.

Sin embargo, las cosas no han cambiado. Las luces siguen y todo indica que a los oficiales ni siquiera les han informado de mi queja. Esta actitud de falta de respeto a mi persona como ciudadano cumplido, que paga sus impuestos, que critica abiertamente a los funcionarios públicos corruptos, que obedece las leyes e invita a respetarlas, solo me indica una cosa: Sí hay personas por encima de la ley.

La actitud de los agentes de la policía que me hostigan cada noche, lo hacen porque junto con los vecinos exigimos que dejaran de hacer el estruendoso ruido, a la hora que les diera la gana. Esta fue una lucha de varios años y de varias administraciones municipales, que fueron omisas a nuestras exigencias. El oficial se vio imposibilitado para amedrentarme, entonces recurrió a las amenazas en abril del 2022, diciéndome que me iba a desaparecer. Por supuesto que me dio miedo. Algunos policías son capaces de eso y más. Por consiguiente, lo denuncié ante la Fiscalía General del Estado, ante Sindicatura Municipal y en la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, y desistió. Ahora, que como resultado de mis gestiones está obligado a proceder con cautela, me contamina con sus cinco focos las tardes y noches de descanso en mi terraza. Esto no es un asunto entre vecinos, es un abuso de poder de un agente de la policía municipal.

En casos como el mío, se sabe cuál es realmente el sitio en el que nos tienen las autoridades municipales, a los ciudadanos comunes y corrientes. No somos lo suficientemente importantes como para que se respeten nuestros derechos. Todos los seres tenemos derechos, y exigir que se respeten, debe ser tarea de primera importancia para cada uno. Mi familia tiene el derecho a la intimidad, a ver las pocas estrellas que nos permite la luminosidad de la ciudad. Las aves que anidan en nuestros árboles y los insectos que habitan nuestros jardines, también merecen respeto.

Ese silencio de las cinco dependencias a las cuales recurrí, están empoderando a dos oficiales de policía que están obligados a velar por la seguridad y tranquilidad de los ciudadanos. Cuando salen de su casa y miran hacia la mía con aires de superioridad, me recuerdan que hay niveles. Ellos están en el superior, porque pueden hacer lo que les dé la gana, y piensan que me subyugarán, pero seguiré exigiendo el respeto que merezco. Todavía hay recursos que no he intentado. Vale.

*- El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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