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Y pasaron las 7, las 8 y las 9 también...

“Los hay que no fallan al hacer el mal”. Florestán.

Joaquín  López Dóriga

CIUDAD DEL VATICANO.- Todo estaba previsto para una jornada de trámite como todas primeras de un cónclave.

Por la mañana lo programado: la misa pro eligendo Pontifice, en la basílica de San Pedro oficiada por el decano de los cárdenales, Giovanni Batista Re, que en su homilía dedicada a los 133 cardenales electores, pero también al mundo, hizo un llamado a la unidad, conociendo como pocos las divisiones que se dan más que en el seno de la Madre Iglesia, entre los purpurados, lo que no es novedad alguna entre los príncipes de la Iglesia, sinónimo que debería desaparecer entre quienes predican la igualdad donde no caben esos títulos y menos quienes se comportan como tales.

Por eso Re les hizo el llamado a esa comunión, destacando la responsabilidad histórica de estos electores del nuevo obispo de Roma en estos momentos donde en los que se suman y cruzan, en lo global, la nueva era, y en la Iglesia la división entre tradicionalistas y modernistas, atizada por las reformas del papa Francisco, que los conservadores rechazaron públicamente retando el voto de obediencia.

De la misa rescato la ausencia de Bergoglio en su homilía, aunque cuando ofició la misa a su muerte, fue marcadamente elogioso con él y su obra. Y cuando al darle la paz al cardenal Pietro Parolín, exsecretario de Estado responsable de este proceso y uno de los más mencionados como el papable le dijera en voz más que escuchable, auguri doppi, mucha suerte, pensando en la elección de la Sixtina.

Tras la misa, por la tarde, los 133 electores se reunieron en la Capilla Paulina y tras una oración inicial, iniciaron a procesión hacia la Capilla Sixtina, entonando El veni creator spiritus, la invocación al Espiritu Santo para que les ilumine en la elección.

Ya bajo los frescos de Miguel Ángel, dirigidos por Parolin, prestaron, primero en coro, y luego uno por uno, el juramento de secreto y fidelidad, colocando la mano sobre el evangelio.

Tras ello, el maestro de las ceremonias pontificias, monseñor Diego Ravelli, pronunció el obligado extra omnes, con el que todos lo no electores abandonaron la capilla.

El instructivo de prensa marcaba que a las 7 de la tarde la chimenea de la capilla lanzaría su primera fumata, tras la primera elección, que siempre ha sido negra como lo fue.

Pero pasaron las siete, las ocho y las nueve también, y nada, hasta que unos minutos después arrojó el humo negro lo que provocó, más que decepción, tranquilidad, cuando no se sabía que llevó a los cardenales a retrasar más de dos horas de resultado de su primera votación.

Hoy, es posible, de acuerdo a los dos últimos cónclaves que el protodiácono se asome a la ventana central de San Pedro y anuncie habemos papam, y que el retraso de ayer haya sido solo por razones ajenas a la elección.

Nos vemos mañana, pero en privado.

*- El autor es periodista español naturalizado mexicano con 55 años de experiencia.

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