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La terca mudanza

De nuevo me encuentro guardando en cajas retazos de mi vida.

De nuevo me encuentro guardando en cajas retazos de mi vida. El viernes cerré con cinta adhesiva el último contenedor con algunos objetos personales, que después de tantas mudanzas van perdiendo su atractivo.

¿Para qué cargar tanto en este mundo? El espíritu es tan ligero. Quizás lo más valioso que poseo entre tanto telebrejos, es el librito de oraciones de mi nana Lupe; el Santo Rosario con cuentas de madera de mi madre Rosita; una copita de cristal donde solía tomar coñac mi abuela Esther.

Las fotos se van desvaneciendo o tornándose anaranjadas por los químicos mal fijados de los 70′s y 80′s. Los libros, antes mi tesoro, se han vuelto pesados para llevarlos de aquí para allá, ahora se venden digitalmente. Algunos adornos han sufrido el embate del tiempo y de tantos “ires” y “venires”.

Los hilachos se apilan por montones y ni hablar de los zapatos, una loca obsesión en mi vida, los tengo de todos colores, de todos sabores, de modelos divertidos, serios, sencillos y ostentosos.

En eso se resume lo de este mundo, en pequeñas cosas, que viajan conmigo, para hacer más placentera la estadía. Y aquí me tienen de nuevo, empezando de cero. Han sido tantas veces, que ya he perdido la cuenta. Pero les digo algo, cada vez es más sencillo ir dejando en el olvido lo que nos estorba. Ese objeto que no aporta. Ese broche que ya no sostiene mi cabellera corta. Ese cinturón que ya no cierra en mi cintura. Ese vestido de gala que un día me hizo brillar bajo las estrellas.

Lo del mundo pesa cada día menos, mientras entendemos que el alma es ingrávida, como una pluma suspendida en el tiempo, suave y etérea.

Aquí me tienen empezando otra vez, con cicatrices nuevas, pero con la ilusión de abrir una nueva ventana. Con la alegría de empezar una nueva aventura. Con la seguridad que solo te la brinda Dios cuando pones en sus manos tu destino.

Esta mudanza es distinta a las anteriores, es demasiado ligera, soportada por manos amigas, no hay temor, porque mi corazón late con esperanzas infinitas.

Se los digo a todos, una mudanza física no va a cambiar tu camino. La mudanza verdadera empieza desdeel corazón, desde el cambio interno, desde la certeza delamor divino.

Entonces, estemos prestos a abrir puertas, dejar queel sol cariñoso de marzo acaricie nuestros rostros por lasmañanas. Destinemos ese tiempo a la meditación, a laoración, al agradecimiento. Abracemos mucho, demasiado, bastante. Comprendamos que la vida no es sencilla,más bien es una eterna lucha, con un hermoso destino.

Es verdad, me mudo a una nueva casa, pero mi mudanza empezó meses atrás, cuando con humildad reconocí que lo de este mundo se guarda en cajas que se sellancon cinta adhesiva.

Y que el verdadero amor nunca pesa, es como esa pluma suspendida en el tiempo…suave ...etérea.

*La autora es periodista independiente para medios internacionales