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Lo que se te va enredando por la vida

Cuando era niña y viajaba a Sonora con mi madre recuerdo que se me enredaban en el pelo y la ropa unas especie de semillas a las que llamaban “guachaporis”.

Cuando era niña y viajaba a Sonora con mi madre recuerdo que se me enredaban en el pelo y la ropa unas especie de semillas a las que llamaban “guachaporis”. Era un verdadero reto podértelas quitar, ya que se hacían nudo en los cabellos y se adherían a la ropa de forma tenaz.

Así es la vida, a uno se le van enredando tantas cosas, que parecen imposibles de arrancar, pero si algo me ha enseñado la vida, es que con paciencia y perseverancia cualquier nudo se desata.

La vida también me ha enredado con personas a las que quiero mantener siempre como un nudo marinero en mi corazón, una atadura que no me interesa desenlazar. A esas personas las conservo como ese nudo que es capaz de aguantar casi el 100% de resistencia de la cuerda, por lo tanto, el riesgo de romperse es muy bajo, por decir nulo.

Puedo ser reiterativa con mi experiencia sobre el accidente que sufrí y que casi me arrebata la vida y que constantemente les comparto en mis columnas, pero créanme, hay un antes y un después para Beatriz en torno a ese suceso.

Fue gracias a esa situación que me di cuenta de lo mucho que Dios me ha dado, quizás pude haber llorado la pérdida de mi madre y padecido la falta de amor de mi familia, pero en cambio, recibí a manos llenas demasiado amor de mis amigos.

Los ojos se abren con profundidad para distinguir lo blanco del negro. Reconocer en las sonrisas la querencia real. En las acciones los corazones verdaderos. Saberte querida, protegida y amada no tiene precio.

En este viaje, también pude distinguir lo oscuro, esos seres mezquinos y faltos de amor que intentaron, quizás por complejos propios, reducir mi espíritu. Créanme, encontrarán muchos de ellos en el camino con el disfraz de amigos. A esos, como el buen sembrador, hay que esperar que crezcamos juntos, como el trigo y la cizaña, cuando llegue el tiempo de la cosecha y sepas reconocer la mala hierba, arráncala, átala en manojos y quémala. Y al trigo, como a los amigos verdaderos, guardarlos en el granero de tu corazón. Aplica también a la familia.

Les cuento esto, porque así como recibes amor, también recibes decepciones, que se te van enredando en la vida, pero la capacidad de discernir entre lo que quieres en tu entorno y lo que no quieres, nos pertenece solo a nosotros. Nosotros somos como ese sembrador, que separa la cosecha buena de la mala.

Hago la analogía entre el nudo y los “guachaporis”, ya que ambos se enredan resistente y testarudamente.

Haciendo alusión al nudo, “Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir.

La palabra de Dios dice que la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente”.

Y de los “guachaporis” acabo de descubrir que su nombre real “Cenchrus spinifex” y se describe como una hierba perdurable que crece en terrenos desérticos.

Siguiendo con la analogía, los nudos se enredan y desenredan. Los “guachaporis” se adhieren y se arrancan.

Tú eliges lo que quieres que se vaya enredando en tu vida.

*La autora es periodista independiente para medios internacionales.