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La nostalgia empieza por la comida

Recuerdo que cuando emigré a Estados Unidos, lo primero que busqué fue un mercado mexicano.

Recuerdo que cuando emigré a Estados Unidos, lo primero que busqué fue un mercado mexicano. Es como sumergirte en un pedacito de México desde otro país. En esos negocios sí cantan las rancheras, y mientras suelo escuchar a Juan Gabriel en los pasillos coqueteo con los chayotes, el epazote, las calabazas, las tunas, una variedad de productos que difícilmente los encuentras en las franquicias norteamericanas.

México sigue vivo en mí cuando cocino, en mis chilaquiles, el pozole, los tacos dorados, el arroz rojo, el caldo de res, el mole, las tortillas, y en los sabores tan poco apreciados por otras culturas como el tamarindo, la jamaica y la cebada.

El Che Guevara decía que la nostalgia empieza por la comida, y la verdad es que a mí siempre me empieza la nostalgia por los tacos de El Tecolote y la tradicional comida china de Mexicali. Solo en mi ciudad se come la comida china con cátsup, chiles güeros y una tremenda caguama bien helada. Eso es magia.

Al escritor Gabriel García Márquez le detonaba la nostalgia por el sancocho y la arepa de huevo, como lo confirmó en el informe cultural en 1990.

En la mayoría de las historias del escritor colombiano desfilan diferentes platillos. Fue así que yo, durante este viaje a Colombia, llegué a sentirme como Fermina Daza en “El amor en los tiempos del cólera” comiendo un delicioso sancocho de carne, pollo, arracacha, yuca, papa criolla, mazorca, con el paisaje de fondo del Valle del Cocora, entre las montañas verde esmeralda de la región del Quindío, en una finca llamada Carelia, propiedad de Sonia y Diego, dos colombianos con el corazón inmenso.

Sin duda Colombia y México, aunque son países muy distantes geográficamente, en mi opinión son muy similares, especialmente en dos puntos, la gastronomía y la música.

En México y Colombia se puede escuchar norteño,corridos, mariachi, banda, cumbia, al igual que un vallenato, una salsa, merengue y una milonga. José Alfredo Jiménez y Javier Solís, son igual de queridos aquí, que allá.

En México se come la tortilla con todo, en Colombia todo se come con arepa. El maíz como eje central de la alimentación nos une. Y ni hablar del mondongo, es un platillo similar al menudo mexicano, un caldo es peso cocinado con panza de vaca.

Con certeza les digo que por comida no he extrañado a México, al contrario, me voy con el corazón rebosante de arepas con chorizo, frijoles con chicharrón, trucha en leche de coco, sopa de ajiaco, pan de bono, almojábanas e infusiones de jengibre para mitigar las indigestiones provocadas por la bandeja paisa.

Me iré de Colombia con olor a ron, a flor azahar, anatilla con canela, a tierra mojada, a café tostado. Me iré de aquí con el recuerdo vago que una vez, no hace mucho tiempo, por un pelo casi pierdo la vida.

*La autora es periodista independiente para medios internacionales

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