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Erle Stanley Gardner: explorador de la Baja California

En las novelas y los programas de televisión donde el abogado Perry Mason era el protagonista, cuando entraba a la corte para defender a un inocente del crimen que se le imputaba, este personaje parecía traer todas las energías del mundo en su persona.

En las novelas y los programas de televisión donde el abogado Perry Mason era el protagonista, cuando entraba a la corte para defender a un inocente del crimen que se le imputaba, este personaje parecía traer todas las energías del mundo en su persona. Pero también traía el impulso creativo de su autor, Erle Stanley Gardner. Y esta vitalidad de un escritor como él venía de que viviendo en San Diego, California, buena parte de su existencia no la dedicaba sólo a escribir sus novelas sino a viajar exhaustivamente por una región que amaba y respetaba como pocos: la península de Baja California. se pensaría que Gardner sólo visitaba esta zona del mundo como simple turista, como muchos de sus compatriotas lo hacían a mediados del siglo XX, con el propósito de disfrutar la pesca y la cacería, de comprar artesanías mexicanas en las tiendas de curios y comer en los restaurantes de moda y pasarla bien en los hoteles de lujo que había a su disposición. Pero nuestro escritor no era de esos.

Entre los estadounidenses que venían a Baja California, Erle Stanley Gardner destacó como un viajero asiduo de la península desde los años cuarenta hasta los años sesenta. Al principio hizo viajes en automóvil por los caminos de tierra o por viejos senderos que él mismo calificó de los más difíciles de México. Casi cada año este autor de novelas policiacas estuvo visitando estas regiones. Algunas veces con su familia y en otras acompañado de antropólogos para examinar las pinturas rupestres de la parte central de la península. Dirigió verdaderas caravanas exploratorias hasta su muerte, y en sus últimos viajes no sólo trajo consigo vehículos terrestres sino hasta helicópteros. Entre los escritos que dedicó a estas tierras se encuentran La tierra de las sombras cortas (1948), Cazando la ballena del desierto (1960), Aventura personal en Baja California (1961) y Rodando por Baja (1961), así como muchos otros libros que cuentan su profunda fascinación por nuestra península.

Para sus compatriotas, Erle Stanley Gardner es uno de los primeros escritores que les dio a conocer las maravillas de la península. Su obra está dirigida a lo que los norteamericanos denominan “viajeros de sillón”: aquellos que disfrutan, sin salir de sus casas, las aventuras

y peripecias de esforzados viajeros y exploradores en regiones que ellos consideran “exóticas” o “salvajes”. En contraposición a esta clase de crónica-ensayos (donde se añade a una dosis de aventura una dosis de conocimiento sobre la región) de las que Erle Stanley Gardner fue el supremo maestro, hubo y hay otros viajeros americanos que escribieron ensayos y crónicas de viaje donde expusieron las reflexiones que les deparaba el paisaje peninsular, sus comunidades y habitantes. A Erle lo que más le interesa no son las ciudades sino los espacios abiertos, aún vírgenes para la civilización humana, y esa es su meta primordial en sus viajes y en los libros en que hace la crónica de sus expediciones al sur de la frontera. Un mundo que pasa de las carreteras pavimentadas a los caminos estrechos, a las brechas apenas visibles, hasta concluir a campo traviesa, por un mundo donde pocos se aventuran. Stanley Gardner lo remarca: “Al principio, cruzando la frontera, uno encuentra legiones de viajeros estadounidenses dispuestos a cruzar la península y cuya meta es llegar hasta el puerto de La Paz. Unos cientos de kilómetros más al sur son escasos ya esta clase de viajeros. La mayoría se ha dado por vencidos y ha vuelto a casa”.

Para Erle Stanley, Baja California es un territorio arduo de vivir, difícil de recorrer, duro de enfrentar. Un territorio salvaje, que pone a prueba todas sus habilidades de supervivencia: “Siempre hay algo inescrutable en el desierto. Un solo error y uno no la cuenta. Pero hay un lado benigno en todo esto. El desierto y el mar ejercen su influencia sobre uno cuando las frondas de las palmeras se mueven con el viento o las arenas deslizantes nos susurran sus misterios en la noche. De esas maravillas la vida está hecha: de aventuras, peligros, memorias y amistad”. Y de eso también está hecha la experiencia fronteriza, la exploración aventuresca de Baja California, el redescubrimiento, por parte de los visitantes extranjeros de mirada aguda, como Erle Stanley Gardner, del Mar de Cortés, de nuestros tesoros naturales al alcance de quien los ame y los respete.

* El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.