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¿Y los partidos de oposición?

Después del triunfo de Morena en 2019 y en 2021 en Baja California, los partidos de oposición prácticamente se extinguieron, generando con ello un ambiente desolado y triste para la democracia.

Después del triunfo de Morena en 2019 y en 2021 en Baja California, los partidos de oposición prácticamente se extinguieron, generando con ello un ambiente desolado y triste para la democracia. Si a ello le agregamos los estragos de la pandemia, la zozobra por la violencia del crimen organizado, pero además la tradicional apatía de la sociedad local, diría que estamos ante uno de los peores momentos de nuestra historia reciente.

Los gobiernos de Morena van dando tumbos, tienen muchos errores, hay irregularidades en su forma de actuar, actos de corrupción, abuso de poder en algunos casos, ineficiencia en cuanto a la seguridad y la atención de los problemas de salud, y una recurrencia excesiva a la palabrería y las frases hechas. No hay oposición y las voces discordantes son muy pocas.

Los partidos de oposición se están extinguiendo, lo que puede ser bien visto por algunos, pero empobrece a la democracia y debilita a la sociedad en general, como se está viendo ya con los gobiernos de Morena, aunque parezca paradójico.

Hagamos un rápido recorrido para ver qué ha pasado con los partidos derrotados. Tres de ellos, como se sabe, perdieron su registro el año pasado: Fuerza por México, Redes Sociales Progresistas y Partido Encuentro Solidario. A nivel local lo perdió el PBC y el PRD dejó de tener derechos en sus prerrogativas estatales al alcanzar sólo el 1.71 por ciento de los votos.

La perspectiva de vida del PRD a nivel estatal es borrosa, pues sigue fracturado después de su derrota electoral y sin condiciones para recomponerse a corto plazo. Lo más seguro es que va a desaparecer.

El PRI por su parte es un partido que está herido de muerte por dos hechos fundamentales: por la enorme escisión que provocó la salida de Jorge Hank al postularse por otro partido a la gubernatura y, segundo, por la migración de priistas hacia Morena. Su futuro a nivel local es incierto, por lo que realmente estamos asistiendo a una desintegración del priismo como corriente política. Ahora se harán morenistas, pero esa es otra historia.

El caso del PAN, como ya he escrito en otras ocasiones, se desplomó como castillo de naipes con la oleada de los votos morenistas. Desde entonces no ha podido recomponerse, y aunque ha cambiado formalmente de dirigentes, no ha vivido un proceso de rectificación o de cambio, buscando entender las causas de su fracaso.

Esta situación está llevando a que el panismo se escinda más en diversas camarillas, algunas de las cuales están buscando insertarse en los gobiernos de Morena, atraídos ya sea por la misma gobernadora o por su esposo Carlos Torres que sigue vinculado a ellas.

En realidad hay panistas que sienten suya a Marina, saben que hay coincidencias ideológicas y que, siendo pragmáticos, pueden ser parte de su gobierno. Parecen iniciativas individuales y no estrategias del partido hasta ahora.

En otro extremo están los panistas que antes fueron militantes, llegaron al gobierno, se beneficiaron de él y ahora permanecen mudos ante los gobiernos de Morena. Pero también están los que se hicieron morenistas para conseguir un puesto en el gobierno y ahora adoran el populismo de AMLO.

¿Qué surgirá de aquí? ¿Una nueva corriente panista-morenista, pragmática, acomodaticia que lo único que le interesa es estar cerca de las arcas públicas? ¿Será la corriente que crecerá a la sombra de Marina del Pilar o de Torres? Terrible el panorama.

¿Qué más queda? ¿Los organismos y los líderes de la llamada sociedad civil? Una cosa es cierta: el gran vacío dejado por los partidos está siendo ahora cubierto por algunos activistas sociales y políticos, como Carlos Atilano en Tijuana y algunos más, pero sin ningún impacto social.

Los activistas también están divididos y confrontados y cuidan celosamente sus pequeñas parcelas de poder. Su papel es fundamental, pero en el activismo local reina mucho el voluntarismo y el protagonismo individual (el sectarismo, se decía antes), que a veces da más dividendos políticos.

La desolación de este ambiente se completa con un mundo mediático que gira alrededor de lo que hacen los gobiernos de Morena. Los medios, la mayoría, no registran otras cosas, salvo algunas raras excepciones. El espacio público está ocupado por la voz de AMLO y sus seguidores.

Los demás no existen o sus voces se pierden en la palabrería morenista, en la terrible violencia que padecemos y en las muertes sin cesar provocadas por la pandemia.

*El autor es analista político.

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