Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Mexicali

Tamalada

Existe una ley no escrita o alineación planetaria que dicta: Así como jamás se preparan pocos tamales nadie puede comer solo uno. Parafraseando el lema de las papas fritas de cuyo nombre no quiero acordarme.

Existe una ley no escrita o alineación planetaria que dicta: Así como jamás se preparan pocos tamales nadie puede comer solo uno. Parafraseando el lema de las papas fritas de cuyo nombre no quiero acordarme.

En algún lugar hay tamales. Por lo general en las esquinas y, mientras más populoso sea el barrio, más puestos de tamales en botes de lámina que cuando los destapan su aroma nos invade y no atrapa…

Y más ahora, en época navideña y de fin de año, cuando la producción de tamales per cápita se incrementa y la dieta familiar más que romperse, se revienta.

Al llegar a la casa con la bolsa de tamales, la pregunta de rigor y con enfado: “¡Por qué compraste tantos!”. Pero, al cabo de un par de horas otra pregunta; pero ahora en tono suplicante: “¡No quedó por ahí un tamalito!”

¡Siempre se acaban! O, si acaso, desbalagado, uno de dulce… pero con un mordisco. ¡No importan, yo me lo como!

Comer tamales es una tradición, que en muchos lugares se volvió cotidianidad. A tal grado que “se inventó” la torta de tamal popularmente llamada guajolota, acompañada de atole o champurrado. Sin embargo, a veces hay que pegar de brincos para que baje…

Hay infinidad de tamales, “de chile, de dulce y de manteca”, que aquí solo nombraré unos cuantos por su origen: michoacanos, las corundas y los uchepos; chiapanecos, el tamal de bola, de cambray o de chipilín; hidalguenses de ajolotes y de ancas de rana; de la Huasteca, los zacahuiles de carne de puerco o pollo; oaxaqueños, de mole con pescado; sinaloenses, los barbones de camarón con cáscara y muchos más…

Rellenos de elote, frijol, garbanzo, haba, hongos o rajas con queso; pero también con fresa, guayaba, nuez, piña. Bueno, hasta unos “tontos” sin gracia y otros “encuerados” sin hojas que los cubran.

LA PALABRA DE HOY: TAMALADA.

Una reunión familiar o entre amigos en donde se sirvan tamales como plato principal es una típica tamalada o tamaliza. Ahora bien, la palabra tamal proviene del náhuatl 'tamalli' / envuelto.

DE MI LIBRERO: DICCIONARIO DEL NÁHUATL

En una edición conjunta, la UNAM y el Gobierno de la Ciudad de México en el 2007 editaron este magnífico diccionario, del que me gusta en particular su sección de dichos y refranes, de la que transcribo lo siguiente:

“El que nace pa´ tamal del cielo le caen las hojas” (mala suerte); “como las tamaleras, mal y vendiendo, y de ahí comiendo”; “cuando al pobre le va mal, hasta el tamal le sabe mal”; “hacer de chivo los tamales” (infidelidad); “ no compra tamales por no tirar las hojas” (el avaro, tacaño); “por las hojas se conoce al tamal que es de manteca” (buena educación); “por qué con tamal me pagas teniendo bizcochería” (dar menos de lo que se espera); “querer que el tamal tenga de dos carnes” pretender más de lo que es justo; “son más las hojas que los tamales” (adornos innecesarios); “ya se acabaron los indios que tiraban con tamales” (se acabó la gente ingenua)… ¿Será? Yo, por lo pronto, no le hago el feo a ninguna tamalada.

*El autor es profesor de Redacción Creativa en Cetys Universidad.

En esta nota