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 'Quien siembra vientos, cosecha tempestades'

En la historia de la humanidad siempre han existido gobernantes que pretenden perpetuarse en el poder, cuya conducta casi siempre, al final, se les regresa. Han sido unos dictadores, golpistas, que han abusado del poder en contra del pueblo, cuyo final desemboca en un derrocamiento, puestos en el cadalso destinado a la muerte, al destierro o al linchamiento.

En la historia de la humanidad siempre han existido gobernantes que pretenden perpetuarse en el poder, cuya conducta casi siempre, al final, se les regresa. Han sido unos dictadores, golpistas, que han abusado del poder en contra del pueblo, cuyo final desemboca en un derrocamiento, puestos en el cadalso destinado a la muerte, al destierro o al linchamiento. Así les sucedió a los reyes de Francia, a Hitler, Gadafi, también en México hay un ejemplo muy claro de un dictador que gobernó para las clases afrancesadas en contra del bienestar que sufrieron en aquel tiempo millones de mexicanos y que le costó el destierro político. Esto ha sucedido en todos los países del mundo, cuando los políticos y gobernantes tienen enemigos acérrimos cuyos intereses e ideologías son irreconciliables, pero que también han gobernado agrediendo a sus representados, al final siempre terminan huyendo. “El pueblo es sabio y no se equivoca”.

Cuando estos autócratas ejercen el poder recurren a los ataques para eliminar, por distintos caminos, a sus enemigos y evitar que lleguen al poder y comenzar con las venganzas como en las pandillas. Aunque algunos pregonan que la “venganza no es mi fuerte” pero tampoco olvidan y dedican tiempo a saldar cuentas por los desagravios recibidos a través de distintas formas, principalmente cuando se tiene todo el poder. Todos los políticos o gobernantes que han sido víctimas de la persecución y la cacería de brujas en su momento no enfrentan al que los está hostigando, esperan su tiempo para emprenderla contra aquella persona que los persiguió. Otros, que son los menos, hacen frente a las críticas y se defienden como pueden a pesar de saber a ciencia cierta que la “mano que mueve la cuna” tiene todo el aparato de estado para reprimir a quien ha tenido la osadía de enfrentarlo.

La actitud del líder o gobernante nada tiene que ver con gobiernos de izquierda o de derecha, tampoco se trata del fracaso del socialismo o del liberalismo. La forma de gobernar a sus gobernados fracasa por falta de liderazgo y de conocimiento sobre la problemática y cómo resolverla. Una actitud déspota, mesiánica, mintiendo y engañando al pueblo siempre traerá consecuencias. Mientras que los buenos gobiernos cumplen promesas, inspiran a sus ciudadanos y los conducen con sagacidad hacia los objetivos trazados. El premio para el buen gobernante es el respaldo popular, el castigo para el malo es la falta de fe en su palabra y la constante caída de sus índices de popularidad.

No importa si el gobernante ha sido elegido en las urnas con el voto de la mayoría, ni tiene importancia que haya iniciado con altos índices de credibilidad y respaldo a su gestión. Cuando el modelo económico no funciona, los pueblos huelen la debilidad de su líder y le someten al cruel ambiente de la indiferencia. Cualquier medida que adopte es recibida con poca fe y está destinada al fracaso. Es comprensible que el pueblo rechace a quien eligió, cuando descubre que le vendió un modelo que luego no tuvo la entereza de aplicar y dictó medidas económicas a medias o a destiempo. Poco importa que haya recibido el país en crisis y que haya heredado un desastre, los ciudadanos no son expertos en economía, pero advierten la complejidad de los problemas y esperan que el líder los resuelva. La sociedad no es tonta, hoy más que nunca se encuentra bien informada y también se ha percatado que su voto cuenta. Ya no los lincharán, no los mandarán al cadalso, ellos solos se autoexiliarán cuando vean que el pueblo los repudia y quizás los alcance la justicia, pero no divina, sino de los humanos aquí en la tierra.

*- El autor es economista egresado de la UABC.

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