Las dos Morenas
En Baja California el partido Morena se dividió, sorprendentemente, en dos corrientes o en dos bandos.
En Baja California el partido Morena se dividió, sorprendentemente, en dos corrientes o en dos bandos. Uno está formado por el exgobernador Jaime Bonilla y sus ex colaboradores en el gobierno, mientras el otro se conforma por una vertiente en donde está la gobernadora Marina del Pilar y su esposo Carlos Torres. Simplificando un poco, se podría decir que hay una Morena priista y otra panista.
La situación es verdaderamente sorprendente y quizás única. Algo inimaginable hace apenas unos meses atrás. Y aunque es algo que se presta a la comicidad y a lo anecdótico, va a representar uno de los mayores problemas de Morena en la entidad y un factor determinante en el desempeño de sus gobiernos. No es lo mismo un partido ganador sólido a un partido que desde que nace está escindido.
A diferencia de lo que podría creerse, esta no es una división temporal o coyuntural, sino una brecha profunda que marcará su devenir.
El origen de esta situación ha sido azaroso y en gran medida sorprendente. Se inició, principalmente, cuando al final de su corto mandato Bonilla no pudo influir para designar a su sucesor en el cargo, no obstante su estrecha (supuestamente) relación con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo intentó pero no pudo.
Quien nombró al sucesor fue Mario Delgado, dirigente nacional de Morena, mediante los mecanismos que ellos determinaron. Delgado, quizás con el aval de AMLO, se inclinó por Marina del Pilar, sin prever con claridad (¿o sí lo hicieron?) que la llegada de Marina como gobernadora significaba abrir una puerta al panismo, al que de alguna manera sigue ligado Carlos Torres y ella misma.
Excluido de esa decisión vital, Bonilla para contrarrestar en algo esa desventaja formó un bloque de alcaldes (Tijuana, Ensenada, Tecate y Playas de Rosarito), otro en el congreso local con algunos legisladores y activó sus redes políticas con sus ex colaboradores, desde donde ha cuestionado el gobierno de Marina.
Marina por su lado se ha quedado sólo con la alcaldesa de Mexicali, con otro bloque de diputados locales y el cobijo del gobierno federal, al que intenta adherirse o supeditarse ante su aislamiento y los ataques de Bonilla. Hay cuestiones en las que realmente quien está dictando las líneas de acción es el gobierno federal, marginando a Marina.
El enfrentamiento de Bonilla con el gobierno de Marina es abierto, frontal, acusándola de estar infiltrado por el panismo o por una fracción del mismo, mientras que Marina tiende a hacer creer que no pasa nada y dice trabajar “con el corazón por delante” por la 4T.
Ahora bien, ¿a dónde va a llevar esta división? En principio, si esta división se mantiene o se profundiza puede llevar a una situación paradójica y tragicómica para Morena: revitalizar a una corriente del PAN incrustada ahora en el gobierno que, “usando” a Morena, puede retornar al poder en los próximos años. Si así fuera, el vehículo para tal objetivo sería el mismo partido Morena, lo que significaría que el PAN regresaría al poder de la mano de Morena.
La otra situación paradójica que vamos a ver, o que ya estamos viendo, es que la antigua lucha entre el PRI y el PAN que caracterizó a la entidad, seguirá ahora pero al interior de Morena. Morena se convertiría en el espacio de disputa de las fracciones políticas que han gobernado en BC en distintos momentos y que, ahora, producto de los cambios que se han experimentado, se encuentran frente a frente, pero bajo las siglas de otro partido como es Morena.
Todo esto sería verdaderamente increíble si llegara a suceder tal y como lo estoy escribiendo ahora, pero también sería absurdo y patético. Significaría un error monumental de los dirigentes nacionales de Morena (¿los tiene?), pero también de López Obrador que, en aras de arrasar en las urnas y sacar a los “conservadores” del poder, hizo una mescolanza de fuerzas y grupos políticos al construir Morena.
Cada vez se está develando con mayor claridad que Morena no es una fuerza alternativa, diferente al PRI y al PAN, a los que dice querer combatir y destruir, sino una mixtura extraña que incluye a las mismas élites de poder que han venido gobernando desde siempre al país y en la entidad.
En estas condiciones no hay un partido nuevo, por lo menos en BC, con ideas y propuestas diferentes, sino un partido que integra en su seno a las viejas fracciones del pri y del pan y, no obstante eso, se dice de izquierda, cuando la vieja y la nueva izquierda están más desintegradas que nunca.
Lo que estamos viendo no es un cambio sino una regresión en todos los sentidos.
*El autor es analista político
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