La gira de AMLO por BC
El presidente Andrés Manuel López Obrador vino hace unos días a Baja California y ofreció regularizar los “autos chocolates”, construir un viaducto en Tijuana.
El presidente Andrés Manuel López Obrador vino hace unos días a Baja California y ofreció regularizar los “autos chocolates”, construir un viaducto en Tijuana, y puso en funciones la Universidad del Bienestar en San Quintín, entre otras cosas, pero no dijo nada sobre el desorden político que impera en la entidad bajo los gobiernos de Morena y de Bonilla en particular.
Sobre este punto lo que predomina es el silencio en todos los ámbitos, al mismo tiempo que hay una gran expectativa entre algunos sectores de la sociedad de que esta situación cambie con la llegada de Marina del Pilar a la gubernatura. Todo mundo está esperando que Bonilla se vaya y se abra un nuevo comienzo.
Pero no parece que vaya a ser así. Se refleja en la misma actitud que tiene López Obrador frente al actual gobernador, con el que puede tener diferencias, pero en el fondo está muy agradecido con él. En público lo elogia, a grado tal que lo ve como un “precursor del movimiento de transformación nacional, (y un) destacado integrante de la 4T” (sic).
AMLO sabe que Bonilla fue un operador político eficiente en la primera etapa de Morena, pero ya en el gobierno ha sido un dolor de cabeza, aunque todo esto no lo diga por razones políticas. Sabe que en muchas cosas Bonilla ha sido un buen imitador de él, aunque con desplantes más autoritarios o más burdos.
Sin embargo, a pesar de su funcionalidad operativa, López Obrador sabe que Bonilla ha cometido muchos errores desde el gobierno. Desde su estilo agresivo y hostil que mostró en cuanto tomó el poder: “Aquí no hay vacas sagradas”, dijo y arremetió contra todo mundo, hasta el caso más grave de querer robarse tres años a su periodo en la gubernatura.
La SCJN le tumbó todos sus argumentos y lo sometió a un periodo casi simbólico de dos años que, en general, no supieron aprovechar, porque esos dos años se fueron en un mar de conflictos y querellas judiciales, imposiciones, medidas arbitrarias, agresiones a todos los adversarios, a los medios que no le eran afín, haciendo de todo este tiempo un periodo turbulento en la entidad.
López Obrador lo sabe. A diferencia de lo que trasmiten los medios oficialistas, cuando AMLO viene a BC se ve abatido, sin interés real, sin espontaneidad. Sus giras son aburridas, burocráticas. Siente el rechazo hacia Bonilla, pero no hace (o no puede) hacer nada.
En este caso concreto, por ejemplo, es más que evidente que la gira de AMLO tuvo el propósito de ayudar a Marina del Pilar a tomar posesión del gobierno, pues el principal obstáculo que ella ha tenido ha sido Bonilla. AMLO vino a mediar y a impedir que el conflicto alcance otra dimensión.
Algunos creen que en cuanto Bonilla salga del gobierno el conflicto va a desaparecer, pero no está claro que vaya a ser así. El asunto va por otro lado, formando una contradicción en la que de alguna manera AMLO está involucrado.
Algunos medios creen que el conflicto entre Bonilla y Marina del Pilar está en el asunto del agua potable. Pero no es así. Lo que en el fondo está de por medio es que Bonilla tiene la intuición y la sospecha de que los enemigos de él no son los mismos que los de Marina. Y, lo que es peor, que varios de esos enemigos se van a colar al gabinete de la gobernadora, como ya está sucediendo.
Bonilla sabe que en cuanto salga de la gubernatura va a perder una gran parte del control sobre las acciones del gobierno, pero no totalmente, sobre todo si logra (lo que ya hizo) conformar un bloque de alcaldes que pueden oponerse a ciertas políticas del gobierno estatal. También ha levantado el arma de la revocación de mandato para la próxima gobernadora.
¿Bonilla tiene el aval de AMLO para hacer todo esto? No lo sabemos, pero puede ser que sí, para contraponerlo a otros grupos o a otras corrientes al interior de Morena que quieren, esas sí, sacar a Bonilla de la entidad para posicionarse como fuerzas dominantes.
Con Bonilla, los gobiernos de Morena en la entidad han sido inestables, erráticos e ineficientes, con problemas internos profundos, como en Tijuana y Tecate, pero sobre todo en Playas de Rosarito y Ensenada, en los que ya se demanda juicios políticos contra la alcaldesa y el alcalde, respectivamente.
Esta situación no se va a resolver con el cambio de gobierno porque, en esencia, el conflicto es intrínseco a Morena, por su conformación y enormes contradicciones, y su falta de democracia como partido o como movimiento. Es la hora de poner los pies sobre la tierra para no desilusionarse después.
*El autor es analista político.
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