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LA CORTINA DE HUMO

Una tradicional “cortina de humo” vuelve a aparecerse en el horizonte del futbol mexicano.

Una tradicional “cortina de humo” vuelve a aparecerse en el horizonte del futbol mexicano.

Hace ya algunas horas que hemos entrado a uno de los “deportes” favoritos del periodismo y, supongo, también, de los aficionados: lanzar nombres al doquier como candidatos a la Selección, como si eso fuese la solución a los profundos y complejos problemas del futbol mexicano.

Y los hay de todos estilos, sabores, olores, nacionalidades y, tras dos procesos de directores extranjeros, una tendencia a preferir al mexicano.

Desde Guillermo Almada, Nacho Ambriz, pasando por Miguel Herrera, Ricardo Ferretti, Matías Almeyda, Antonio Mohamed y hasta Marcelo Bielsa, Roberto Martínez, Gustavo Alfaro y Mauricio Pochettino.

Casi al mismo tiempo, la Federación Mexicana de Futbol ha lanzado su propio y hasta siniestro plan de “defensa”. Me parece reprobable, vergonzoso y hasta poco honorable el que Yon de Luisa haya enviado al “matadero” a Gerardo Martino, quien, prácticamente solo, tuvo que pasar por el bochornoso pasaje de regreso en una sala del aeropuerto llena gritos, insultos y hasta de un altercado físico con uno de los miembros de su cuerpo técnico.

La Federación ha señalado al “culpable”, al que alguna fue distinguido con el poco celebre nombramiento de “el enemigo público número uno del País” y como el responsable del fracaso.

Parece que hemos resuelto el enigma. Tenemos un culpable. No hay que buscar más. Que preparen el paredón.

Eso ha sido tradicional en el futbol y en otras áreas mucho más trascendentes en nuestra vida como mexicanos: distraer, engañar, tapar y buscar un culpable para evitar que se generen los cambios que verdaderamente necesita nuestro futbol.

Martino es una parte incuestionable del fracaso. Su proyecto se descarriló de forma abrupta en los últimos dos años.

Su legado podría ser el haber perdido tres juegos ante Estados Unidos y haber terminado fuera de la Fase de los Octavos con una Selección que no fallaba a esa instancia desde hace más de 30 años. Pudo haberse equivocado en la elección de futbolistas y hasta en la manera en los que planteo tácticamente los juegos, pero no puede ser el único responsable del desastre que significó la Selección Mexicana en Qatar.

Distorsionar la realidad es una práctica común en el País. Lo hacemos en diversas materias. En el futbol, es, también, una fórmula para manejar y tergiversar las cosas y proteger los poderosos intereses económicos de la industria. El futbol mexicano encontró al personaje perfecto para cargar con esa responsabilidad, porque, pareciera que, “aniquilando” al “Tata”, los problemas, mágicamente, se resuelven.

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