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Diego Rivera en Nueva York

Me gusta el tema. Es de mis favoritos. Diego Rivera, el enorme pintor mexicano; muralista sin igual en el mundo.

Me gusta el tema. Es de mis favoritos. Diego Rivera, el enorme pintor mexicano; muralista sin igual en el mundo; posiblemente solo se compara con la obra de Miguel Ángel en Italia. En su clímax de fama, fue invitado a pintar un en un edificio de la familia Rockefeller, un mural. En el mismo, Diego plasmó la imagen de Lenin y en el centro del centro del muro, el símbolo del comunismo soviético: Dios. Dios era para Diego la viva imagen del socialismo en pleno apogeo en Europa y América; los avances de la URSS en ese tiempo eran sorprendente; la mayoría de los grandes intelectuales y pensadores se manifestaban a favor del socialismo soviético: finales de los cuarenta del siglo pasado. En ascenso mismo la “Guerra fría”; capitalismo contra socialismo confrontados. Este Dios; este personaje que Diego pintó en el centro del muro, sentado como si se encontrara a la diestra de Dios Padre, (de la religión católica), y movía varias palancas controlando,- se debió suponer- el progreso de la humanidad; el futuro del mundo. Los Rockefeller protestaron sobre todo por la imagen de Lenin y no por el simbolismo del personaje central al que me refiero. Esto dio pie a la protesta o el reclamo de Diego, ya que le exigían desaparecer la imagen de Lenin. Este se negó y el mural fue destruido.

De toda esta introducción me quedo con lo fundamental para la madurez de mi tema: el personaje central del mural encarnando el futuro del comunismo; moviendo a la vez varias palancas. Esto es y fue una ficción. Me explico: el poderío de la Unión Soviética al impulsar, el comunismo, según Diego, decenas, (de palancas) a la vez, en su proyecto social, fue y es una utopía ideológica. Logró sí, la URSS, dar un enorme impulso en cultura, deportes, educación, ciencia espacial etc., pero aun en 1950 y 60 ni siquiera habían alcanzado una vivienda para cada familia y ni hablar de un automóvil. Cuando Coca-Cola entró en Rusia, esta fue una novedad, incluso las hamburguesas. El mural de Diego era una fantasía ideológica; una obra fallida con respecto a lo que proponía. Los únicos gobiernos que sí han logrado un desarrollo múltiple es el capitalismo: cientos, miles de empresas distintas surten los mercados y las necesidades de las familias o la personas: autos, televisiones, plásticos, telas, zapatos, ropa, perfumes, losetas para muros y pisos, madera, papel, libros, revistas, herramientas, metales,cobre, aluminio, hierro, cemento, refrescos, hamburguesas, restaurantes de todo tipo, prensa, radio locutores, cafeterías, etc. La producción industrial en el capitalismo resulta en extremo difícil que sea superada por el socialismo en que un solo hombre es amo y señor que todo lo puede, falso, naturalmente. Mentira. Entrar a un supermercado hoy en el liberalismo es encontrar lo que se busca, sin duda: Cientos de productos y a la vez cientos de empresas distintas produciéndolos. Quien solo se dedica a producir empaques de plástico, para tomar un café o llevar a casa la comida que te sobró en el restaurante, no piensa siquiera que este producto lo produce un empresario y solo se dedica a ello. En fin: mil palancas moviendo el desarrollo es igual a mil empresarios produciendo y no así, un solo hombre; un solo dios moviéndolo todo. Falacia total de Diego y la de nuestra juventud en que fuimos “comunistas”. Imposible, y distorsión mental de Diego Rivera plasmando una utopía. Por lo mismo es criticable el nacionalismo de Obrador.

Termino con un detalle; un acontecer íntimamente relacionado con mi tema:

En la década de los sesenta, mediados del siglo pasado, mi amigo Raúl Chin, fanático creyente en el socialismo soviético se fue a Rusia; duró algunas semanas en aquel país y cuando regresó, en el café Blanca Nieves de Mexicali, el que se encontraba en la esquina de Morelos y Reforma nos habló maravillas de la Unión Soviética. Éramos jóvenes creyentes sin duda en el futuro del socialismo. Su pasión, su euforia en su discurso era notable. Habló sin parar. Por fin, después de respirar un poco, se tranquilizó y miró a su alrededor, y dijo estas palabras: Bien, “pero debo reconocer que en Moscú, en toda la ciudad aún no existe un lugar tan acogedor y agradable como este restaurante”. ¿Te das cuenta, amable lector? En Moscú, en 1960 no había un restaurante modesto ypequeño como el Blanca Nieves de Mexicali. - Sobran las palabras.

*- El autor es Profesor Emérito, UABC, por la Facultad de Arquitectura. Creador Emérito, ICBC. Artista plástico.

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