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De raíz

Y es que sin duda alguna, una y otra vez, sale a relucir la realidad en el sentido de que si tuviéramos que resumir en una palabra todos los males que corroen y pervierten la convivencia diaria entre los mexicanos en este bendito país, esa sin temor a equivocarme sería... impunidad.

"Caiga quien caiga, aquí no hay

vacas sagradas"

Jaime Bonilla Valdez

Dicen por ahí, y dicen bien, la realidad es terca.

Y es que sin duda alguna, una y otra vez, sale a relucir la realidad en el sentido de que si tuviéramos que resumir en una palabra todos los males que corroen y pervierten la convivencia diaria entre los mexicanos en este bendito país, esa sin temor a equivocarme sería... impunidad.

Cuando al crimen no le corresponde un castigo. Cuando el poder político y económico corrompe la ley. Cuando el que debiera hacerla y perfeccionarla hace todo lo contrario. Cuando quien la dicta y ejecuta deja de lado su independencia para someterse a designios e intereses perversos... Cuando el escenario pinta así... la delgada línea entre el orden y el caos, entre la virtud y la perversión, suele ser tan fácil de transgredir, que, en un acto quizá de instinto de conservación, los ciudadanos preferimos (sin justificarlo) hacernos de la vista gorda ante la desesperanza implícita de no ver quién pueda o al menos se atreva a cerrar la puerta a pesar de que todos vamos en el mismo barco que se hunde en las turbulentas aguas de un contrato social trastocado y violado con tanta frecuencia que incluso hasta la capacidad de asombro se pierde a tal grado que no deja de sorprender que tan mal podemos llegar a estar...

En este contexto, lo sensato, lo inteligente, lo correcto, que debemos hacer los ciudadanos, a la par de no bajar la guardia para denunciar y confrontar con argumentos y razones a quienes nos gobiernan en los distintos niveles, es tener la capacidad de autocrítica de igual manera muy activa reflexionando sobre lo mucho que de igual forma dejamos de hacer respecto a nuestros compromisos, obligaciones y responsabilidades en el ámbito privado y público.

Sin duda alguna todos somos arquitectos de nuestro propio destino, es por ello que a pesar de que en muchos sentidos pareciera que la batalla está perdida, lo peor que pudiéramos hacer es dejarnos deslizar aún más en el tobogán de la crisis, que, estemos ciertos, aún puede ser peor si no actuamos en consecuencia.

Así las cosas, con altura de miras y mucho más allá de las filias y las fobias en las que tan lamentablemente estamos inmersos los mexicanos en un país con una sociedad peligrosamente polarizada hoy en día, abonemos e incidimos para bien aportando una buena dosis de tolerancia y capacidad de escucha con el afán de propiciar lo contrario pensando más bien en acercarnos y no alejarnos.

En este orden de ideas, volviendo a las decisiones y al ejemplo que desde la autoridad deben permear para bien en el sentido de la toma de decisiones en el gobierno, resulta importante reconocer la contundencia y determinación con la que nuestro Gobernador del Estado, Jaime Bonilla Valdez, actuó afrontando la primer crisis de corrupción detectada en su gobierno en donde, de raíz (sin abonar a la mencionada impunidad que nos carcome), sustituyó de inmediato a los titulares de la Secretaría del Bienestar y Oficialía Mayor ante la suficiencia de la evidencia recabada para actuar en consecuencia.







*El autor es editorialista local/consejero CDEM.

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