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Baja California: conciencia ecológica

Los peligros para la vida natural en Baja California están a la vista de todos. Así, la muerte nada misteriosa de peces y aves en lo que ahora se llama la Reserva de la Alta Biosfera del Golfo de California ha llevado a descubrir su causa en la gran cantidad de pesticidas que se arrojan al Río Colorado y de aguas negras sin tratamiento previo que se lanzan al mar en ambas costas.

Los peligros para la vida natural en Baja California están a la vista de todos. Así, la muerte nada misteriosa de peces y aves en lo que ahora se llama la Reserva de la Alta Biosfera del Golfo de California ha llevado a descubrir su causa en la gran cantidad de pesticidas que se arrojan al Río Colorado y de aguas negras sin tratamiento previo que se lanzan al mar en ambas costas. El propio avance de una civilización depredadora, que toma los recursos naturales sin ofrecer nada a cambio es el problema de fondo. Sin embargo, la conciencia ecológica no ha dejado de dar la batalla por nuestras riquezas naturales como patrimonio de la humanidad en su conjunto. Esta nueva conciencia ecológica, producto de una educación ambiental que ha permeado la conciencia colectiva de muchos niños y jóvenes bajacalifornianos, ha empezado a sustituir a la conducta depredadora tan común apenas unas décadas antes y ha podido verse actuando por preservar especies como el borrego cimarrón en nuestra entidad.

Y no hay que olvidar que, desde mediados del siglo XX, la desaparición de la totoaba del golfo de California era un aviso de su exterminio para la voracidad humana, un recordatorio de que la ecología implica respetar a las especies vivas que nos acompañan en nuestro paso por el mundo para que la vida humana se enriquezca en su diversidad, en su equilibrio, y no acabe también extinguiéndose, desapareciendo de la faz de la Tierra. Esta defensa de nuestros reservorios naturales viene de un doble saber, el de los investigadores del Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la UABC desde su fundación a principios de los años sesenta del siglo XX, quienes indagaron la riqueza marina peninsular para su preservación, y el de los activistas de la ecología que la hicieron su bandera en las últimas décadas del siglo pasado. A veces, ambos eran la misma persona: un profesor universitario amante de su entorno.

Frente a las empresas trasnacionales, frente a gobiernos en busca de fuentes de trabajo para sus ciudadanos, en Baja California nunca han faltado los defensores silenciosos, fuera de los reflectores de la prensa, ajenos al protagonismo y la polémica, que sin hacer mucho ruido han logrado que las riquezas naturales de la península no sean víctimas de la depredación humana. Uno de estos defensores murió, en un accidente automovilístico, en la carretera que va de Tijuana a Ensenada y que permite contemplar la deslumbrante costa bajacaliforniana, rocosa y abrupta, así como el neblinoso océano Pacífico. Joven aún, Katzuo Antonio Nishikawa Kinomura, japonés mexicano, halló la muerte el 5 de agosto de 1984. Oceanólogo distinguido y miembro prominente de la comunidad científica de Ensenada, su trayectoria fue un ejemplo de interés por la naturaleza y curiosidad inagotable. Integrante de la primera generación de oceanólogos de la Escuela Superior de Ciencias Marinas de 1961 a 1965, realizó estudios de posgrado en Japón entre 1967 y 1968. Poco después fue nombrado director del Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la UABC, al que le dio un prestigio internacional que llega hasta nuestros días.

Desde sus primeras publicaciones científicas, cuando apenas cursaba los primeros semestres de su carrera, hasta su muerte acaecida dos décadas más tarde, Katzuo Nishikawa se preocupó por la naturaleza de las costas y mares bajacalifornianos. Como lo indica Saúl Álvarez Borrego, aparte de su gran capacidad para generar ideas y para establecer relaciones académicas fructíferas, "Katzuo se interesó en los estudios del deterioro de medio ambiente por contaminación desde que era estudiante de licenciatura y a este tema dedicó la mayor parte de su esfuerzo. No muchas gentes entienden ese interés muy especial que se requiere por la naturaleza y los seres humanos, para dedicar la vida a poner un granito de arena a favor de la defensa de las condiciones que hacen posible la vida en este planeta. No cualquiera se lamenta de la muerte inexplicable de un conjunto de pájaros o de organismos marinos, y parece que ya perdimos la capacidad para alarmarnos por el envenenamiento paulatino de los seres humanos". Pero Katzuo tuvo la entereza para luchar por tales ideales desde su laboratorio marino. Así, frente a la depredación de las grandes flotas japonesas o norteamericanas, hay que poner de contrapeso la trayectoria ética, ecológica, de un investigador japonés-mexicano como Nishikawa; frente al progreso inexorable y la codicia de los poderes mundiales, un guerrero ecológico como él sólo tuvo como arma su fe en el mundo, su esperanza en la humanidad.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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