Por qué posponemos lo más importante: La psicología dice que las personas que procrastinan seguramente tienen estos otros “defectos”
Un estudio publicado en el British Journal of Psychology analiza cómo la impulsividad, la distracción y la desregulación emocional influyen en el hábito de aplazar tareas.

Procrastinar (posponer una tarea importante para hacer otra más placentera o sencilla) es una práctica común en muchas personas.
Según un estudio publicado en el British Journal of Psychology, este comportamiento puede estar estrechamente relacionado con la desregulación emocional y con una mayor tendencia a la impulsividad y la distracción.
El trabajo científico sugiere que quienes procrastinan con frecuencia presentan una mayor sensibilidad al retraso y menor control de la atención, lo que les impide mantener el enfoque en una meta concreta.
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¿Por qué cuesta concentrarse?
La falta de concentración es un elemento central en la procrastinación. Cuando una persona pierde el foco en su objetivo, su atención se desplaza con facilidad hacia actividades más inmediatas o gratificantes, como ver series, revisar redes sociales o salir con amigos.
Los autores del estudio indican que “la incapacidad de mantener la concentración en los objetivos de la tarea puede facilitar el cambio de atención hacia metas y actividades alternativas”, lo que deriva en posponer lo que realmente se debe hacer.

El caso de los estudiantes
Este fenómeno es especialmente frecuente en el entorno académico. Muchos estudiantes reconocen que los problemas para concentrarse son una de las principales causas de su procrastinación.
Durante esos lapsos de distracción, la mente tiende a divagar espontáneamente, alejándose de la tarea principal y enfocándose en pensamientos o actividades no relacionadas. Esto eleva la probabilidad de dejar para después lo que se considera urgente o importante.
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Factores que agravan el problema
La investigación también relaciona la vigilancia ejecutiva —las habilidades cognitivas que permiten planificar, organizar y autorregular el comportamiento— con la tendencia a procrastinar. Cuando esta capacidad disminuye, aumentan los episodios de distracción y se pierde la capacidad de priorizar.
La vigilancia ejecutiva está relacionada con una mayor tendencia a procrastinar respecto a su disminución a lo largo del tiempo”, señalan los investigadores.
De esta forma, el hábito se refuerza: cuanto más se pospone una tarea, más difícil resulta retomarla, especialmente si intervienen factores emocionales como el estrés o la frustración.

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Cómo evitar la procrastinación
Algunos expertos recomiendan estrategias sencillas para romper el ciclo:
- Dividir grandes tareas en partes pequeñas y manejables.
- Eliminar distractores del entorno, como notificaciones o dispositivos.
- Fijar plazos realistas y cumplirlos.
- Recompensarse al completar objetivos parciales.
- Reconocer las emociones que detonan la evasión, como el miedo al fracaso.
Estas medidas ayudan a fortalecer la autorregulación emocional y recuperar el control sobre la atención.
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