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El cerebro paterno también cambia: la ciencia revela cómo se transforma el hombre al convertirse en padre

Nuevas investigaciones neurocientíficas muestran que la paternidad activa produce cambios reales en el cerebro y las hormonas de los hombres.

El cerebro paterno también cambia: la ciencia revela cómo se transforma el hombre al convertirse en padre

CIUDAD DE MÉXICO.- Durante décadas, la investigación científica se enfocó principalmente en los cambios que experimentan las mujeres durante la maternidad. Sin embargo, nuevas líneas de estudio en neurociencia han comenzado a demostrar que la paternidad también modifica el cerebro del hombre. Convertirse en padre no solo implica asumir una nueva responsabilidad social, sino también vivir una transformación emocional, cognitiva y biológica profunda.

Transformaciones más allá del rol social

Según especialistas consultados, el cerebro masculino se adapta cuando hay una implicación real en la crianza. Zonas asociadas a la empatía, el control emocional y la toma de decisiones presentan ajustes estructurales, como una leve pérdida de sustancia gris en algunas áreas, que se compensa con mayor funcionalidad. Estas modificaciones permiten que el varón desarrolle habilidades necesarias para el cuidado y la conexión emocional con su hijo.

La psicología también respalda este fenómeno. Cuando un hombre se involucra activamente en la crianza, su cerebro se vuelve más receptivo a las señales sociales. A través del contacto visual, el cuidado diario o el juego, se activan las neuronas espejo, responsables de interpretar gestos, emociones y necesidades del bebé. Esto facilita un vínculo más estrecho y sensible entre padre e hijo.

Hormonas, empatía y cuidado

Además de los cambios cerebrales, la paternidad activa también genera ajustes hormonales. Estudios indican que los niveles de testosterona en los hombres tienden a disminuir tras el nacimiento de un hijo, especialmente si participan activamente en su cuidado. Esta baja hormonal no representa una desventaja, sino una adaptación natural que favorece la sensibilidad emocional.

En paralelo, aumentan otras hormonas como la oxitocina, la dopamina y la prolactina, todas vinculadas al afecto y al vínculo. Estas sustancias facilitan que el padre sienta más ternura, paciencia y deseo de participar en la crianza diaria. Desde una perspectiva evolutiva, esto ayuda a priorizar el cuidado del bebé sobre otras conductas como la búsqueda de pareja.

Estas transformaciones no ocurren de forma automática, sino que dependen del grado de implicación afectiva del padre. Si bien hay un componente biológico, también entra en juego la experiencia y el vínculo cotidiano. Es la convivencia cercana, la presencia constante y el deseo de cuidar lo que activa y refuerza estos cambios.

Una evolución con impacto social

El papel activo del padre en la crianza no solo beneficia al hijo, sino que también transforma al propio hombre. Según expertos, la paternidad permite redefinir la masculinidad, desplazando el narcisismo individual para poner al hijo en el centro emocional. Esta transición va acompañada de un cambio en las prioridades, el compromiso y la manera en que se experimenta el amor.

Desde un enfoque psicológico, este cambio interno se asocia con una mayor responsabilidad emocional. Alguien más se convierte en prioridad, lo cual reformula el mundo interno del padre. No se trata solo de proveer, sino de estar presente con ternura, disposición y sensibilidad, aspectos tradicionalmente relegados en la figura paterna.

En contextos donde los hombres se involucran de forma cercana y cotidiana con sus hijos, también se abre la posibilidad de construir nuevas masculinidades. Estas formas más empáticas y sensibles favorecen un entorno emocional saludable, tanto para los hijos como para toda la familia.

El poder de un entorno empático

Según la psicología perinatal, un entorno donde el padre participa activamente no solo enriquece el lazo afectivo, sino que también promueve una mejor salud mental para todos los miembros del hogar. La presencia constante del padre, su capacidad para detectar emociones y responder a las necesidades del bebé, se traduce en vínculos más seguros y estables.

Además, estas paternidades más cercanas abren espacio a una emocionalidad que históricamente se ha negado a los varones: expresar ternura, cansancio, alegría o frustración. Esta apertura ayuda a desmontar estereotipos y aporta un modelo más humano, accesible y realista de lo que significa ser padre.

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Por último, los especialistas coinciden en que esta transformación no solo tiene efectos individuales, sino sociales. Una paternidad empática y presente puede ser un motor para construir comunidades menos violentas, más solidarias y orientadas al cuidado mutuo. Así, el cerebro paterno que se transforma es también una puerta a una sociedad más justa y sensible.

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