Conoce el Síndrome de Capgras: cuando los seres queridos se transforman en extraños
El síndrome de Capgras es uno de los más complejos en la psicología del ser humano, y puede resultar bastante perturbadora para quienes lo padecen.
MÉXICO.- En el mundo tan complejo que es la psicología, existen trastornos que desafían nuestra comprensión. Uno de ellos es el Síndrome de Capgras, una condición intrigante y perturbadora que altera la percepción de las personas hacia sus seres más cercanos.
¿Qué es el Síndrome de Capgras?
El Síndrome de Capgras, también conocido como “ilusión de Sosias”, es un trastorno neuropsiquiátrico que afecta la capacidad de identificación del paciente. ¿En qué consiste? Es como si, de repente, tus seres queridos —tu pareja, un familiar cercano o incluso tu compañero de trabajo— fueran reemplazados por duplicados idénticos. Estos impostores imitan a la perfección, actuando como si fueran las mismas personas en las que antes confiabas y amabas.
Los pacientes con Síndrome de Capgras experimentan una ideación delirante. Aunque reconocen los rasgos faciales técnicos de las personas, algo se quiebra en su percepción emocional. Sienten que sus seres queridos han sido secuestrados y sustituidos por estos dobles. El vínculo afectivo se desvanece, y en su lugar surge el miedo, el rechazo y la evitación.
Historia y curiosidades
En 1923, el psiquiatra Jean Marie Joseph Capgras describió por primera vez este síndrome. Su paciente, una mujer de 50 años, creía pertenecer a la realeza y afirmaba que personas de su entorno habían sido reemplazadas por dobles. ¿La razón? Una sociedad secreta dedicada al secuestro y sustitución. El trastorno surgió tras la pérdida de su hijo y se intensificó con el nacimiento de gemelos. La paciente llegó a creer que ella misma tenía un doble en el exterior mientras permanecía ingresada.
El Síndrome de Capgras nos recuerda la fragilidad de nuestra percepción y la complejidad de la mente humana. Aunque raro, este trastorno tiene implicaciones profundas en la vida de quienes lo padecen. La línea entre realidad y delirio se desdibuja, y la confianza en lo que vemos y sentimos se tambalea.
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