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Epidemia de imbecilidad

¿Convendrá delegarle nuestra capacidad de pensar a la IA?

Carlos  Dumois

Dueñez*empresaria


No es un insulto, es una advertencia de la atrofia mental por el uso excesivo de la Inteligencia Artificial

El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) publicó recientemente un estudio que demuestra que cuando hacemos nuestros quehaceres dependiendo desmedidamente de herramientas de IA, reducimos considerablemente el trabajo de nuestro cerebro, y que si lo hacemos de manera prolongada, perdemos nuestra agilidad para realizar actividades cognitivas.

Delegamos la memoria a la escritura, la habilidad de cálculo a las computadoras, la capacidad de comunicación a los teléfonos inteligentes. ¿Convendrá delegarle nuestra capacidad de pensar a la IA?

Hemos enfrentado pandemias sanitarias, de inseguridad, económicas y sociales. En los últimos años ha emergido un peligro diferente que se nos presenta inofensivo en apariencia. Este tiene que ver con la pérdida progresiva de nuestra capacidad de pensar, elegir, aprender, decidir, causado por el uso indiscriminado de la Inteligencia Artificial.

Nos hemos vuelto dependientes de un sinfín de agentes de IA para escribir, diseñar, calcular, aprender en nuestro diario quehacer. La consecuencia es el surgimiento de una nueva generación de empresarios, ejecutivos, técnicos, profesores, analistas, trabajadores, estudiantes, que no desarrollan su propio criterio, sin equilibrio de juicio, dependientes, y que no son capaces de distinguir entre calidad y basura, entre profundidad y superficialidad, entre realidad y manipulación.

Las empresas familiares siempre hemos prosperado fruto de la sabiduría pragmática, el buen juicio de situaciones de negocio y la experiencia acumulada por generaciones. Estas destrezas no pueden depender de un algoritmo.

Esta dependencia estropea la toma decisiones porque inhibe la comprensión cabal de cualquier problemática y sus alternativas de solución, empobrece la formación de los sucesores porque crecen con respuestas automáticas y pierden profundidad de análisis, tolerancia a la frustración y capacidad de pensamiento por cuenta propia. La visión, el carácter y la fortaleza siguen siendo cualidades humanas que no se adquieren con ningún agente de IA.

Si no cuidamos y administramos su buen uso, la Inteligencia Artificial va automatizando los procesos de análisis y síntesis, adelgazando el músculo del discernimiento y confundiendo la eficiencia con la inteligencia.

Nos toca ejercer la dueñez compartida velando porque la IA no se utilice para dejar de pensar, sino para pensar mejor, no se aplique para delegar en las máquinas la toma de decisiones, sino para optimizar la calidad de las mismas, no se utilice para sacarle la vuelta a la complejidad, sino para comprenderla más a fondo.

Cuando las presentaciones de nuestros directivos parecen más profesionales, pero son huecas de contenido relevante; cuando se producen más reportes, pero cada vez más superficiales; cuando nuestros colaboradores ya no investigan, dependen de modelos sin capacidad de juzgarlos; cuando los líderes se refieren a informes que no saben explicar, entonces hemos sido infectados.

¿Cómo podemos evitar o combatir esta enfermedad?

Ejercitar el pensamiento crítico. Pidamos que se validen las fuentes, se actualicen los datos, se ubiquen las referencias, se argumenten los planteamientos.

Formar en criterio y sabiduría prudencial. Exijamos mayor reflexión, hábitos de lectura, calidad de diálogo, exploraciones bien diseñadas y ejecutadas.

Mantener conversaciones profundas. Propiciemos la interacción entre los más expertos y los novatos, dediquemos tiempo a aclarar dudas, pidamos fundamentación de las propuestas, aprendamos a cuestionarnos en equipo.

Compartir la dueñez. Demos testimonio del aprovechamiento de la tecnología para pensar mejor y para exponer razonamientos serios en nuestras conversaciones, demandemos accountability de los estudios y reportes, cuestionemos sobre la relevancia de las alternativas estratégicas.

La IA tiene un potencial fabuloso, pero no pretendamos que supla el buen juicio, la intuición, la ética, la sensibilidad y la visión, que son cualidades tan humanas, y que han sido el pilar de la construcción de las empresas familiares.

Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de Cedem.

* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.

c_dumois@cedem.com.mx

http://www.cedem.com.mx

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