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Uno de los costos del genio de la comunicación

López Obrador, con su habilidad comunicativa, desvió la atención de la devastadora gestión de la pandemia hacia temas menos críticos, ocultando así las verdaderas consecuencias de su gobierno.

Leo Zuckermann

Mucha gente me ha criticado por considerar al presidente López Obrador como un “genio de la comunicación”. Yo sigo convencido de ello. El tabasqueño tiene una habilidad singular para imponer la agenda pública y cambiar los temas cuando así le conviene.

Ejemplo: En lugar de estar hablando del devastador Informe de la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia de Covid-19 en México, estamos concentrados en la discusión sobre la pensión de Pemex a María Amparo Casar.

Es tan infame lo que han hecho el Presidente y el director general de Pemex que la atención mediática se ha desviado a este tema.

Yo, por mi parte, seguiré reportando y analizando el Informe en cuestión porque me parece un documento toral para entender el actuar real, no la realidad que se trata de imponer en las mañaneras, de este gobierno.

Hoy analizo el tema de la comunicación gubernamental durante la pandemia.

Obvio, cuando apareció el bicho en México, todos estábamos preocupadísimos por sus posibles consecuencias mortíferas. Acudimos a los medios tradicionales y las redes sociales para informarnos. Desgraciadamente, en el Internet pulularon las noticias falsas que hicieron mucho daño.

Al gobierno le correspondía informar con veracidad, pero al mismo tiempo evitar el pánico social. Dice el Informe:

“Las crisis de salud previas al Covid-19 han dejado claro que la comunicación es la herramienta de salud pública no farmacológica más importante. De ahí que los protocolos y directrices para atender emergencias epidemiológicas enfatizan la necesidad de establecer estrategias de comunicación de riesgo bajo el liderazgo de los gobiernos como los agentes primarios de la comunicación”.

Cuando llegaron los primeros contagios a México, el gobierno minimizó “la gravedad de la enfermedad y su capacidad de contagio”.

Tanto el Presidente como el zar anti-Covid del gobierno menospreciaron el problema.

AMLO dijo: Afortunadamente, no tenemos problema. La fortaleza del virus o lo peligroso que es, está demostrado que no va acorde con todo lo que se ha manejado mundialmente”.

En tanto, el subsecretario López Gatell expresó: “No se necesita tener hospitales designados, esto es importante también. Hay mucha mitología en lo que hemos escuchado en la prensa internacional, de que se necesitan construir hospitales especiales o tener centros exclusivamente para el coronavirus. No”.

Y cómo no recordar aquella cita famosa de López Gatell: “La fuerza del Presidente es moral, no una fuerza de contagio”.

Ahí queda para los anales de la historia.

Una vez que tomó fuerza la pandemia, el Informe demuestra que “hubo problemas graves para transmitir mensajes consistentes para alertar suficientemente sobre el riesgo y posibilitar que el público tomara decisiones adecuadas para salvar su vida”.

Luego, se politizó el tema, se continuó minimizando los riesgos, no se compartieron los datos en tiempo real, se informó falsamente de la utilidad del uso del cubrebocas y se trasmitieron mensajes imprecisos.

La estrategia de las sesiones vespertinas del gobierno dedicadas a la pandemia no funcionaron por”: “1) su larga duración se traducía en mensajes múltiples y poco focalizados; 2) los mensajes científicos no eran los centrales y, en ocasiones, se contradecían con los emitidos durante las conferencias mañaneras, y 3) la ‘información científica’ producida en las conferencias vespertinas se acompañaba de manera simultánea de un discurso político ideologizado, en el que se destacó más el liderazgo presidencial que la evidencia científica”.

No solo fueron AMLO y López Gatell los que mal informaron al público. El Informe nos recuerda las famosas declaraciones del entonces gobernador de Puebla, Miguel Barbosa:

“Los pobres son inmunes al sars-CoV-2, debido a que los casos asociados a la epidemia provinieron de personas ricas, acomodadas, que anteriormente viajaron a algún lugar del extranjero y ahí se contagiaron. Si ustedes son ricos están en riesgo, si son pobres no, pues los pobres estamos inmunes”.

O de Olga Sánchez Cordero, entonces secretaria de Gobernación apuntó: “Yo no [uso cubrebocas], estoy blindada con mis gotas […]. Mis gotas de nanomoléculas, las partículas de nanocítricos […] una ingeniera bioquímica sacó esta maravilla de productos que van directamente a destruir los virus”.

Patética la actuación de los gobernantes mexicanos en la comunicación durante la pandemia. El genio comunicativo, sin embargo, sí logró distraer y minimizar los efectos del virus. El costo fueron cientos de miles de mexicanos que innecesariamente murieron para salvar la imagen del Presidente y su gobierno.

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