Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas /

Sonora y los semiconductores (chips)

Es indudable que el sector gana creciente atención geopolítica y empresarial.

Hacen legión quienes sueñan con plantas de semiconductores. Es indudable que el sector gana creciente atención geopolítica y empresarial. Obvio es que la recomposición de las cadenas abre ventanas de oportunidad. Para no ir lejos, el gigante taiwanés TSMC construye dos plantas en Phoenix a raíz del Chips Act, política industrial de Biden con una bolsa de 50 mmdd en subsidios. Pero, más allá de fanfarrias y florituras, ¿puede Sonora atraer una megafábrica? Improbable.

Es fundamental comprender a cabalidad el sector. Se trata acaso de la industria más estratégica para las potencias. La razón es sencilla. Estados Unidos enfrentó en la Guerra Fría una dura realidad: Sus misiles en Vietnam eran por demás erráticos. Para mejorar su precisión y además evitar fallas de radar, requería navegación inteligente para cambiar coordenadas en tiempo real, sobre todo ante dianas en movimiento. Guste o no, la guerra disparó la demanda de semiconductores.

Las primeras compras beneficiaron a dos empresas en particular: Fairchild (Intel, tras una escisión) en Silicon Valley y Texas Instruments en Dallas. Después, la revolución de las computadoras personales desplazaría al Estado. Por este tiempo, Japón se unió a la carrera con sus propias empresas, destacando Sony. El país nipón ganó participación de mercado en chips de memoria por los menores costos fabriles y por una política industrial que subsidiaba exportaciones y erigía tarifas y cuotas a la importación. Estados Unidos y sus empresas entraron en pánico y estalló una guerra comercial similar a la que hoy sostiene con China, con una nada sutil diferencia: Japón carecía de un gran aparato militar y era un aliado más o menos confiable; China se cuece aparte.

Amén de la geopolítica, las industrias del futuro como los autos eléctricos, la automatización y la inteligencia artificial demandan chips de creciente potencia.

El sector enfrenta sus complejidades. En la división de microprocesadores lógicos, los que “piensan” y tienen exigencias y márgenes mayores, el microscópico tamaño de los transistores se encoge a la mitad cada uno ó dos años, forzando a la industria a invertir buena parte de sus ventas y utilidad en investigación y desarrollo. Tanto el software de diseño como las máquinas más avanzadas para trabajar el silicón son monopolizadas por actores en esencia estadounidenses, aunque también destaca la holandesa ASML. Cualquier empresa que amenace a EU puede enfrentar vetos a las exportaciones tecnológicas de este país y su red de aliados. No es hipotético, a saber, Huawei (China) lo padeció con Trump hasta enfrentar una escasez crónica de chips y tener que desinvertir parcialmente una división.

La inversión en planta es prohibitiva. Como ejemplo, se estima que cada máquina litográfica de avanzada para chips lógicos costará 300 mdd cuando salga (2025). Por ello, los diseñadores de chips optan más por el outsourcing. Entra en escena TSMC, que no diseña, pero controla buena parte de la fabricación global y tiene como clientes a Nvidia (gráficos), Qualcomm (comunicaciones) e inclusive Apple. La escala de TSMC eleva barreras a la entrada global, y sólo ingentes subsidios lograron atraerle a Phoenix, aunque mantendrá la producción más avanzada en Taiwán. Samsung e Intel son las otras líderes en microprocesadores lógicos, pero el primero fabrica para sus productos al consumidor y el segundo desarrolla chips en Oregon; fabrica en Arizona, Ohio, Irlanda e Israel, y próximamente ensamblará en Malasia, Alemania y Polonia, buscando replicar el modelo TSMC de subcontratación.

¿Dónde puede competir México? Los fabricantes piden en esencia: 1) subsidios federales, 2) ingenieros y 3) productividad fabril. La industria se segmenta en chips lógicos (PCs, smartphones, servidores), de memoria y analógicos (sensores). La tercera capa demanda menor inversión inicial y debiera concentrar los esfuerzos de atracción de inversiones. Si todo marcha bien, tampoco sería el santo grial, a saber, llegarían maquiladoras (ensamblaje). Diseños y fabricación seguirán en manos de potencias, y China e India ya elevaron sus apuestas como competidores emergentes.

Sonora enfrenta un riesgo a corto plazo: Fuga de cerebros a Phoenix. De largo plazo, la repatriación podría generar oportunidades que demandarán un Estado mucho más estratégico y planificador.

Mario Campa