‘Me llenan de alegría y amor, cada que vienen los niños’
‘Abuelitos’ que viven en el asilo Juan Pablo II comparten anécdotas con quienes los visitan, pero el acceso al lugar no se encuentra en las mejores condiciones.

El asilo para adultos mayores, beato Juan Pablo II, ubicado en la Gloria, alberga a 15 personas; las edades de los internos van desde los 64 hasta los 99 años; en el lugar reciben comida, atención médica primaria y actividades recreativas.
Los adultos mayores son visitados, en su mayoría, por su familia: Hijos, nietos y hasta bisnietos; y también reciben alumnos de primaria y secundaria.
Para llegar al asilo Juan Pablo II, se vive un calvario entre calles de lodo, basura, restos de autos y zanjas; el lugar se ubica en la calle Vasco de Quiroga número 33.
La hermana María del Socorro, denunció que la zona en donde se encuentra el asilo está abandonada hasta por los camiones recolectores de basura.
“La basura se nos junta mucho, pasan hasta semanas para que venga el camión recolector”, contó.
Además muchas de las familias de los internados y voluntarios que quieren llegar al asilo, dijo, tienen problemas para entrar ya que las calles están totalmente destruidas.
El asilo se fundó en 2007, desde entonces recibe a adultos de todas partes del país que por alguna razón terminaron en Tijuana, como es el caso de Rosalía Sánchez Torrentino de 99 años de edad originaria del puerto de Veracruz.
La señora Rosalía contó que migró de Veracruz cuando la Segunda Guerra Mundial alcanzó a barcos nacionales en el Golfo de México.
Las Choapas, fue el nombre del navío que vio incendiado el 27 de junio de 1942, en las inmediaciones de Arroyo González, al Norte de Tecolutla, Veracruz.
“Me tocó ver el fuego, cómo bombardearon los barcos, desde la playa de veían; decían que los hundieron los alemanes, nos atacaban; mi esposo nos sacó de Veracruz, para llegar a Mexicali”, recordó.
Mientras Rosalía hacía memoria de su pasado, mostraba fotos de su juventud, “aquí tenía 17 años, en esa entonces no tenía novio, mi mamá no me dejaba, pretendientes sí, muchos pero novio no”.
Miraba las imágenes de su esposo fallecido, la foto de su boda de oro y de su hijo adoptivo.
“Llegamos a Mexicali primero, pero el calor enfermó a mi esposo, nos mudamos a la Rumorosa, hasta que falleció fue que llegué a Tijuana”, dijo.
A sus 99 años doña Rosalía Sánchez, recuerda más de un par de canciones, “la música era puro amor, bailar y la música es lo que más me gustaba, mi esposo así me conquistó”.
También está la historia de don Zacarías Hermosillo Flores, de 75 años originario de Zacatecas, un hombre que migró a Estados Unidos, pero un accidente en el que perdió la movilidad de sus piernas y la vista de un ojo lo hizo regresar a México, a Tijuana.
El hombre vive en el asilo, cuenta chistes a niños y jóvenes que los visitan.
“Me llenan de alegría y amor, cada que vienen los niños, porque me escuchan y quieren platicar, les cuento chistes y sus risas me alimentan”, compartió.
Zacarías no tiene familia, él solo se internó, después del accidente y tras perder la vista de un ojo, no le quedó más remedio que refugiarse en el asilo Juan Pablo II.
La hermana María del Socorro comentó que los “abuelitos”, como ella los llama, se alegran mucho de las visitas de estudiantes y de sus familiares, que reciben donaciones de todo tipo y que las puertas del asilo están abiertas para las visitas que gusten de pasar un rato con los “abuelos”.
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