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Un diccionario personal

En mi niñez, allá por los años sesenta del siglo pasado, en mi casa como en las casas que llegaba a visitar siempre había un aparato de televisión, pero en pocas podía uno toparse con libros.

En mi niñez, allá por los años sesenta del siglo pasado, en mi casa como en las casas que llegaba a visitar siempre había un aparato de televisión, pero en pocas podía uno toparse con libros. Y si los había, por lo regular eran diccionarios o enciclopedias. En aquellos tiempos la enciclopedia que imperaba era publicada por la editorial Salvat en forma de fascículos que luego uno podía unir por cuenta propia. Desde entonces, los libros de información general y de carácter universal, fueron mis favoritos. Debo decir que aprendí más de historia, geografía, flora y fauna, adelantos científicos y obras de arte y literatura en las páginas de aquellos libros monumentales que en el salón de clases.

Cuando me presenté como escritor, intenté escribir libros que contuvieran variada información de los temas que me interesaba mostrar a los lectores. Libros como Mexicali: escenarios y personajes (1987, hecho en coautoría con Édgar Gómez Castellanos) o Lecturas de Baja California (publicado por el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, 1990) fueron mis primeros pasos en esa dirección. En términos de colaboración en obras colectivas debo señalar mi contribución al Diccionario enciclopédico de Baja California, editado por la Enciclopedia de México y el recién fundado Instituto de Cultura de Baja California en 1989. Más tarde, en 2013 y 2019, fui coautor de la segunda y tercera edición de este Diccionario en coautoría con el ensayista y promotor cultural Leobardo Sarabia Quiroz.

Pero sólo hasta tiempos recientes es que he publicado obras que pueden ser consideradas como diccionarios propios. En 2019 saqué a la luz pública Mexicali. Diccionario personal para uso público en la editorial Ilcsa de Tijuana y Retratos personales desde la frontera por parte del ICBC. En ambos libros busqué darle un seguimiento alfabético a los temas que en ellos aparecían: el de mi ciudad natal y el de las personas que, en el ámbito artístico y cultural, me he topado en mi trayectoria creativa desde 1981 a 2019. Ahora añado un nuevo libro: el Diccionario de ideas sueltas y pensamientos mundanos, publicado en la ciudad de México por la editorial Bonilla-Artigas en 2023.

Este libro toma la estructura de los diccionarios clásicos y de los textos reunidos en la Enciclopedia francesa, para utilizarla como basamento de una obra de creación contemporánea, donde conviven por igual la disertación, la crónica, el ensayo, la fábula, el aforismo, el diario, la poesía en prosa, la autobiografía y la ficción pura. Recuento de estados de ánimo antes que de eruditas disertaciones, donde lo serio y lo jocoso pueden convivir sin aspavientos.

Este es un texto que expresa una visión personal de aquellas palabras que son importantes o vitales para su autor. Por ello, este diccionario no pretende abarcarlo todo, sino que busca el feliz accidente de la imaginación para nominar el mundo desde sus intereses y gozos, desde sus críticas e interpretaciones. No es un texto de definiciones –aunque las hay si se le busca-, sino de aproximaciones, de tentativas, de acercamientos, de metáforas incluso. Crónica de viaje a partir de las palabras hacia el mundo de los signos que brillan en la cartografía del saber, en el mapa de lo conceptual. Cúmulo de ideas y pensamientos a título personal que intentan ofrecer un boceto del mundo que vivimos, de la realidad que somos en sus inquietudes y paradojas. Obra abierta, como lo pedía Umberto Eco, que juega con los significados sin dejar de proporcionar análisis y conocimientos por demás subjetivos de los temas que toca, de las inferencias que alienta o de las incertidumbres que augura.

Para mí y espero que para muchos otros lectores, los diccionarios son libros tan placenteros de leer como las novelas. Y es que además de contar con la ventaja de poder ser abiertos en cualquier página y descubrir en ellos un nuevo conocimiento, un dato desconocido, los diccionarios me interesan más allá de su valor utilitario porque recompensan con hallazgos placenteros, alimentando nuestra curiosidad, desafiando nuestras ideas del mundo, la naturaleza o los seres humanos. En el caso de mi Diccionario de ideas sueltas y pensamientos mundanos, lo escribí como la bitácora alfabética de una aventura, como una ruta de dudas, preguntas, argumentaciones y cuestionamientos. Puse en sus páginas lo que entiendo de la realidad en que resido, de los tiempos en que vivo. Un libro donde aparece en cada definición, desde la A hasta la Zeta, lo que pienso, lo que creo, lo que intuyo.

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